4. Primera sonrisa

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—Finanzas, pero solo para tener algo de lo que sustentarme si algo sale mal con el fútbol. La NCAA tampoco me permitiría jugar sin matricularme.

La NCAA era la asociación que se encargaba de organizar la mayoría de los programas deportivos universitarios del país. La había investigado en mi clase de orientación universitaria.

—¿Juegas fútbol?

Enarcó una ceja, como si le sorprendiera que no lo supiera.

—Soy el capitán y mariscal titular del equipo, corazón.

—¿Ca-Capitán? —Me aclaré la garganta.

Él asintió. Mierda. Deslicé una mano por mi clavícula, tragando con dificultad. No podría callar a Stella en cuánto le contara esto.

Debía ser una broma. Una broma cruel de parte de mi nada fiel amigo, el destino, quién tal vez dijo: Oh, mírenla, no apoya al equipo de fútbol de su universidad. ¡Hagámosla vivir con un integrante!

No llamaba la atención de nadie en el campus, y eso me gustaba; me agradaba la tranquilidad de pasar desapercibida. ¿Qué tanto esto podría afectarme?

Oh, Dios.

¿En qué momento mi vida se volvió una historia de Wattpad?

—Yo... No suelo prestarle atención a Stella cuando habla sobre el equipo, pero supongo que eres ese capitán milagroso que le devolvió parte de su gloria al equipo, ¿no?

Mostrándose divertido, asintió otra vez.

—¿Quién es Stella? —Respiré lento al reparar en lo atractivo que lucía su rostro con las cejas arrugadas, serio.

—Su amiga. Es muy graciosa —contestó por mí Olivia. Por un momento olvidé que estaba presente. No habló en todo este rato.

—Uhm... ¿Es igual de guapa que tu hermana? —Una sonrisa juguetona decoró sus labios. Olivia rio. Yo miré hacia otro lado, sintiendo mis mejillas calentarse.

Definitivamente odiaba mi rostro sensible.

—Nadie es más guapa que mi hermana. —Olivia le siguió el juego, cruzándose de brazos.

—Oh, ya lo creo, pequeña. —Aquella sonrisa perfecta en su rostro comenzaba a generarme un conflicto interno.

Corazón, preciosa, pequeña... Le iban los apodos cariñosos. Y a mis mejillas demostradoras de todo lo que le gusta y avergüenza a Alice no les convenía que los dijera.

—¿Llegaste hace poco?

—Esta mañana para ser precisos, pero no pisé la casa hasta esta tarde, que fue cuando me encontré con Olivia. —La niña le sonrió—. ¿Quieren ver una película? Creo que ya fueron suficientes preguntas. —Enarcó una ceja hacia mí.

—¡Sí! ¡Frozen! —se adelantó la rubia.

—¿Frozen? Ni de juego —me negué—. Tienes que darle un pequeño break a la película, Ollie, la viste ayer.

—Pero...

—Tienes que darles la oportunidad a otras, ¿no crees que debería, Nicholas? —Lo miré, esperando que me ayudara a convencerla.

—Por supuesto. Hay muchas que merecen la pena, pequeña.

Ella nos dedicó una mirada de ojos entrecerrados antes de rendirse.

—Bien —farfulló.

Tras esa pequeña victoria, Nicholas y yo compartimos una primera sonrisa y antes de que la película que elegimos diera inicio, él se levantó a buscar varias mantas que nos entregó al regresar.

(...)

—¡Otra! —exigió una energética Olivia viendo los créditos ascender en la pantalla.

Escuché la risa del pelinegro. Me giré hacia ella.

—Oh, no, ya son más de las diez. —Ella sabía lo que eso significaba.

—Pero...

—Preescolar —la señalé—. Universidad —me señalé—. Conoces el horario.

—¡Nicholas dijo que había más partes!

—Hay cuatro partes más de Home Alone, pero no las veremos todas hoy. Tenemos que descansar.

—Descansar es para debiluchos.

—Descansar es para seres vivos —corregí—. Vamos, arriba.

Me encaminé hacia la escalera y la esperé. Ella resopló antes de levantarse.

—¿Tú no duermes? —le preguntó con inocencia al ojiverde.

—Lo hago...

—¿Subes con nosotras? También debes descansar.

No queriéndole llevar la contraria, divertido, nos siguió escaleras arriba. Abrió la primera puerta del pasillo que, como supuse la primera vez que recorrí la casa, era su dormitorio, y se recostó en el marco.

Olivia no tardó en desearle un tierno buenas noches. Lo último que él añadió tras desearle lo mismo me extrañó:

—Supongo que terminaremos esa conversación después, pequeña. —Revolvió de manera suave su cabello.

La rubia se limitó a sonreír con complicidad antes de adelantarse hacia su cuarto. ¿Pero qué...?

La mirada verdosa de Nicholas estuvo en mí un segundo después. Pareció dudar sobre qué hacer y mi ligera confusión aumentó. Finalmente, negó con la cabeza y se despidió.

—Buenas noches, Alice —arrastró un poco el nombre. Me dedicó una sonrisa algo ambigua antes de darse la vuelta y adentrarse al dormitorio.

Mis ojos se mantuvieron fijos en la puerta por un breve lapso.

Eso fue... extraño.

No tardé en encerrarme en mi cuarto. Apenas leí medio capítulo del libro que le robé a Stella cuando mis párpados se cerraron con lentitud y, sin esperarlo, unos ojos esmeralda inundaron mi mente.

•••

El domingo les subo el siguiente <3

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Un giro inesperadoWhere stories live. Discover now