24. Te deseo

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Advertencia: capítulo con un poco de +18

7 de diciembre, 2018.

Los labios de Nicholas navegaban mi cuello con presura, como si la última vez que su boca estuvo ahí fue hace años y no la noche anterior. Atrapando mi labio inferior con los dientes, acallé el gemido que quiso brotar de mi garganta cuando sentí el calor y humedad de su lengua ascender hacia mi mandíbula.

Cuando su boca encontró el camino a la mía, lo acepté sin miramientos y enredé los brazos en su cuello, pegándome más a él. De forma instintiva moví las caderas sobre la excitación que se hizo notar bajo sus pantalones. Jadeé por el roce.

Él ciñó una mano a mi cadera con firmeza, deteniendo lo que podría ocasionar el movimiento. La otra exploraba la piel de mi abdomen bajo la blusa. Apenas podía pensar en otra cosa que no fueran sus besos. Iba a desfallecer si esto continuaba, el mero pensamiento de detenernos era fatigoso, pero debíamos hacerlo.

—Nicho... —La falta de aire hizo mi voz rasposa—. Nicholas, estamos en...

—Un poco más.

—Si alguien se asoma...

Tras un suspiro rendido, se separó de mi rostro. Mis labios hormigueaban a este punto, pero aún así sonreí por lo frustrado que lucía con la cabeza recostada en el asiento. Intentando regular mi respiración, apoyé el rostro en su hombro.

—Tú y yo no podemos estar solos en un auto.

Sentí su pecho vibrar al reírse.

—Tú y yo no podemos estar solos en ningún lado.

—Estamos en los estacionamientos de una escuela primaria, somos unos...

—Novios que se desean —completó.

Me erguí sobre su regazo, alzando una ceja.

—¿Quién dice que te deseo?

Se relamió los labios. El regodeo en sus ojos era evidente.

—Me deseas tanto como yo a ti. Y solo tendría que deslizar la mano bajo esta tentadora falda para confirmarlo. —Tocó el borde de la corta tela con inocencia.

Tragué con dificultad. Tenía razón, pero no admitiría eso en voz alta.

—Ya deberíamos estar en el auditorio.

Hoy, por fin, era la obra teatral de Olivia y Jack. Ella estaba tan nerviosa que apenas desayunó algo esta mañana.

Nicholas miró la hora en su teléfono.

—Aún faltan treinta minutos para que empiece.

—Por eso deberíamos...

—No. —Me pegó a él otra vez, abrazándome por la cintura—. Necesito más tiempo a solas con mi novia.

Escondí la sonrisa que quiso dibujar mi rostro.

—Te gusta resaltar mucho eso.

—¿Qué cosa?

—Que soy tu novia.

—Porque lo eres. Toda mía, aunque los demás aún no lo sepan —masculló.

Reí, distinguiendo el tono recriminatorio porque yo había alargado el momento en el que se lo haríamos saber a los demás.

—Lo sabrán luego de que se lo contemos a Olivia.

—Llevas siglos diciendo lo mismo.

—Solo han pasado cuatro días, desesperado. Hoy se lo diremos.

Un giro inesperadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora