21. Te quiero mucho

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2 de diciembre, 2018.

—Buenos días.

Nicholas no se inmutó de mi entrada a la cocina, pero Olivia, que se encontraba a su lado, sí se acercó a rodearme las piernas con los brazos.

—Allie. —Sonrió en medio del abrazo, ganándose mi sonrisa en el proceso. Luego me agaché para depositar un beso en su mejilla.

Lo que vestía hoy era peculiar; un overol verde chillón, camiseta amarilla con rayas negras, sandalias rosas y unas gafas de sol. A un gurú de la moda le quemaría los ojos semejante combinación, pero los domingos le permitía ser libre y utilizar lo que quisiera de su armario. La mayoría de las veces eso terminaba en atuendos... únicos.

Revolviéndole el cabello, me incorporé y me acerqué al pelinegro dándome la espalda mientras prepara sándwiches. Creyendo que no me había escuchado, lo saludé directamente:

—Hola.

Sin mostrar ninguna reacción, continuó su trabajo, ignorándome. Fruncí el ceño. ¿Qué le sucedía?

—¿Nicholas?

Nada.

Anoche mencionó lo de aquella medida desesperada, pero no creía que de verdad lo implementaría. Debía tratarse de otra cosa. Olivia, que se encontraba a su otro costado, también se extrañó.

—¿Nick? —lo llamó ella, dudosa.

—¿Sí, pequeña? —respondió de inmediato, sonriendo de costado.

Bastardo.

Sí se trataba de su tonta medida desesperada.

—¿Por qué no le contestas a Allie?

—Porque está esperando por algo que no existe. —Me crucé de brazos.

—Porque estoy esperando por algo que sí existe y Alice no quiere aceptar —corrigió, dirigiéndose a Olivia; a mí no me devolvía la mirada. Resoplé.

—¿Qué? —se confundió la rubia.

Nicholas se limitó a continuar preparando los sándwiches, dejándome la explicación a mí.

Hijo de satán.

—Que está jugando al... —Hice una mueca, tratando de encontrar una forma en que lo entendiera—. Fingir que soy invisible y... si me habla, pierde.

Quise sacudirlo cuando noté cómo apretó los labios, conteniendo la carcajada. Olivia formó un mohín y negó con la cabeza, en desacuerdo.

—Qué aburrido. Mejor jueguen a las princesas o a las escondidas, es más divertido —sugirió, apoyando el brazo en la encimera.

—Es muuuy aburrido —concordé—, pero Nicholas no quiere cambiar de idea. Tal vez tú puedas convencerlo.

La sonrisa de Olivia se amplió.

—Nick... —Tocó su brazo—. ¿Y si jugamos a las escondidas?

—Podemos jugar lo que quieras, pequeña, pero solo cuando Alice diga la palabra mágica.

—¿Palabra mágica? —Ahora parecía más confundida que antes.

—Sí, es una que solo ella sabe y no quiere compartir conmigo —fingió tristeza—. En cuánto lo haga, se terminará el juego.

—No hay ninguna palabra mágica —mascullé.

—En realidad, es una «c» mágica —le explicó.

—¿Eh?

Un giro inesperadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora