20. Piano en miniatura

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30 de noviembre, 2018.

—Necesito follar.

Alcé ambas cejas ante la voz de la chica que acababa de entrar al baño. Encerrada en uno de los cubículos, esperaba a que Stella me trajera otro pantalón mientras me entretenía leyendo en mi teléfono.

Hoy mi buena suerte se fue de vacaciones. Subiendo las escaleras de la biblioteca, mi pie decidió resbalarse y en un intento de mantener el equilibrio, estiré demasiado mi otra pierna y lo próximo que escuché fue el sonido de una tela rasgarse: la de mi estúpido pantalón.

El que haya sido en la biblioteca —lugar poco frecuentado— me salvó de una vergüenza pública. Gracias al cielo tenía amigas como Stella que, además de reírse como una desquiciada, guardaba un cambio de ropa en su auto. Por eso, mientras ella buscaba su jean de repuesto, yo me apresuré a esperarla en el primer baño que encontré.

—¿Ese chico del equipo de natación no te dio lo que querías? —preguntó otra voz femenina.

—Lo hizo, pero no me sació. Quiero más que eso.

Quería ignorar la conversación y no continuar escuchando, mi padre siempre me dijo que oír conversaciones ajenas era de mal gusto, pero que el libro digital en mi teléfono se estuviera tornando tan aburrido no me ayudaba.

—Te los comes vivos a todos, Jess. ¿Qué jodido chico ha logrado saciarte realmente?

La exhalación cansada de la recién nombrada se escuchó peligrosamente cerca cuando se adentró en el cubículo contiguo al mío. En un acto inconsciente subí los pies para que no se percatara de mi presencia. Una vez terminó y salió para lavarse las manos, su próxima contestación activó una alarma en mi cabeza:

—Ahora que lo pienso... Los del equipo de fútbol han hecho un buen trabajo. Esos músculos no están de adorno.

—Ahí tienes tu solución: fóllate a un integrante que ya hayas comprobado que es eficiente.

—Los encuentros de una noche no se repiten —bufó—. Es ley.

—Para tener buen sexo a veces necesitarás romper una que otra regla.

—Te escuchas como toda una experta en el sexo prohibido. —La voz de la tal Jess sonó divertida—. Pero creo que tienes razón. Romper una regla como Nick Blake valdría la pena. Sucedió hace un tiempo, pero podría follármelo otra vez. Tengo buenos recuerdos de su lengua.

La sangre paró de correr por mis venas.

—Elige otro, no creo que puedas romper la regla con él, dulzura, siento deshacer tus ilusiones.

—Si lo dices por esa chica de primer año, dudo que lo suyo sea serio.

—Mientras tengas la incógnita, no intentes nada.

—Pero...

—No hagas lo que no te gustaría que te hagan, Jess.

—Muy bien, pero sea lo que sea que tengan, no será duradero. Podré intentarlo después.

—Eres una víbora —rio la otra—. Ese no es nuestro asunto.

Tápate los oídos.

Tápate los oídos.

Tápate...

—Cuando se aburra de ella, él será mi asunto.

Sus siguientes palabras no fueron verdaderamente registradas por mi cerebro. Supe que hablaron un poco más antes de salir del baño, pero mi mente se quedó estancada en esa última parte. Nicholas podría... ¿aburrirse de mí? ¿Y si esta última semana en la que apenas hablamos significaba eso?

Un giro inesperadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora