13. ¿Te quedas a dormir?

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Voy a confesarles algo: Había tenido sueños en los que Nicholas me besaba y otros en los que hacía... un poco más que eso.

En esas fantasías, los besos que recibí de él fueron... dulces, pausados y con caricias tiernas de por medio.

Suerte que la realidad es muy distinta a los sueños.

Porque el hecho era, que este beso de dulce no tenía nada —a menos que el sabor de sus labios cuente— y yo, que hace no más de cinco minutos lanzaba humo de las orejas, devolvía gustosa el demandante beso que exigía de mi en este momento.

Nunca, en mis casi diecinueve años de vida, un beso se sintió tan intenso, excepcional y... correcto.

En un comienzo, estaba tan asombrada por la repentina e intensa acción, que me costó ponerme al día y devolvérselo con el mismo entusiasmo. Cuando su lengua trazó mi labio inferior, aunque mis piernas flaquearon, dejé atrás la timidez y no dudé en entreabrir mis labios para recibirlo con devoción.

Sus labios se movían con destreza sobre los míos, evidenciando la experiencia que ha de tener este chico en esta clase de besos arrolladores. Cada succión y roce de su lengua con la mía me hacía ver las estrellas. Una de las manos que sostenía mi rostro, se deslizó lento hacia abajo, delineando la curvatura de mi pecho, pasando de largo por mi abdomen y deteniéndose en mi cintura, donde no tardó en envolver su brazo para pegarme aún más a él si es que eso era posible.

Jesús bendito, esto me gustaba. Corrección: me encantaba la sensación de que no existía nadie más que nosotros dos en este instante.

Mi pulso parecía estar en una carrera de fórmula uno y mis manos no tardaron en buscar el camino hacia su cuello para terminar navegando en esa oscura cabellera que hace tiempo quería sentir entre mis dedos.

Nos besamos tan profundo que no pude evitar preguntarme si alguien alguna vez será capaz de superar las emociones y vivacidad de este beso.

Incluso cuando nos quedamos sin aire y nos vimos con la necesidad de separarnos, no pareció gustarle mucho la idea y de inmediato comenzó a repartir besos húmedos por todo mi cuello. Mis ojos seguían cerrados para ese punto y jadee, disfrutándolo, sintiendo como toda mi piel se erizaba y el deseo de volver a tener sus labios sobre los míos aumentaba.

Gracias al cielo, no tuve que esperar mucho, pues una vez mi respiración fue menos errática, su rostro ascendió para unirnos en un beso más suave que el anterior.

No me opuse. Por supuesto que no lo hice. Estaba en una nube de deseo en la que obtenía demasiado y no lo suficiente de él.

Lastimosamente, todo tiene un final, y esta vez fue cuando aquella molesta voz en mi cabeza anunció que los dos solos en una habitación, luego de descubrir lo bien que nuestros labios podían encajar, pronto querríamos saber qué otras partes de nosotros también podrían acoplarse de esa manera.

Eso me contrarió, ya que una parte de mi en definitiva quería continuar con esto, mientras la otra; la insegura, no estaba preparada para ir más allá. Sin embargo, lo sorprendente era, que de hecho hubiera una parte de mí que sí lo quisiera, cuando jamás ningún porciento de mí lo había deseado... así de fuerte.

No era virgen, pero digamos que las experiencias anteriores no las anhelé tanto como ahora y tampoco me dejaron con ganas de más cuando el placer que obtuve fue algo mediocre.

Con cuidado, separé mis labios de los suyos, desenvolví las manos de su cabello y finalmente, abrí los ojos, encontrándome con una de las imágenes más sexys que mis afortunados ojos han tenido el placer de ver:

Un Nicholas despeinado, con mirada lujuriosa y labios hinchados por los recientes besos.

Me sonrojé de solo pensar que yo contribuí en su estado e hice el amago de apartarlo, pero lo único que logré fue que afianzara más el agarre en mi cintura.

Un giro inesperadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora