8. ¿Has jugado Beer Pong?

131K 10.4K 12.4K
                                    

15 de noviembre, 2018.

No recordaba la última vez que asistí a una fiesta.

No tenía muy claro cómo Stella me convenció de esto, tal vez me hipnotizó y por eso no entendía por qué un «sí» salió de mis labios cuando me lo propuso. Ahora, un jueves, en lugar de estar en casa descansando después de un turno de cuatro horas en el bar, estaba aquí; en la fiesta de la fraternidad a la que se unió uno de mis amigos recientemente.

—¿Estás segura de que Lucas está aquí?

Escaneé el mar de alumnos en el jardín de la mansión tras preguntarlo. No había rastro de él. También lo buscamos adentro, pero no lo hallamos.

—Muy segura. Perdió el vuelo del martes, pero ayer consiguió otro. Está aquí.

Dudándolo un poco, asentí y revisé mis mensajes. Una sonrisa se formó en mis labios. Idalia, la nueva niñera de Olivia, me envió una foto de ambas armando un rompecabezas.

—¿Quieres algo de beber? —preguntó Stella, haciendo que alzara la mirada.

Negué con la cabeza.

—Bien, yo iré por una soda. Ya vuelvo.

Volví a asentir y tomé asiento en una banca algo alejada del gentío alrededor de la piscina. Le avisé a Idalia que tal vez llegaría más temprano de lo que preví. Tenía unos treinta minutos aquí y ya estaba ansiando marcharme.

—Creo que a mis compañeros les ofendería un poco saber que Instagram te parece más interesante que la fiesta que organizaron.

Mi mirada chocó con la de un chico rubio de ojos oscuros. Me veía con una pequeña sonrisa. Tampoco disimulé la mía al verlo.

—Hola a ti también, Lucas.

Lucas era el único jugador del equipo con el que me relacionaba antes de conocer a Nicholas y fue la primera persona con la que interactué al inscribirme en la universidad.

El primer día de clases iba corriendo como un loco por los pasillos cuando chocó conmigo, haciendo que casi cayéramos al suelo. Y utilizo ese último adverbio, porque gracias a sus increíbles reflejos, me sostuvo a tiempo e impidió que mi trasero sufriera un gran golpe.

El mismo día Stella y yo coincidimos con él en la charla de bienvenida y nos volvimos inseparables. Él también estaba en su primer año, estudiaba actuación y hacía unos dos meses ingresó al equipo de fútbol para conseguir una beca deportiva.

—¿Cómo ha estado mi castaña torpe favorita?

—¿Cuántas veces tendré que recordarte quién chocó a quién?

—La misma cantidad de veces que tengo que recordarte que estabas muy ocupada jugando al candy crush como para escuchar cuando grité permiso desde lejos —alzó una ceja.

—¡Y nunca te disculpaste por hacerme perder!

Resopló, cansado de la respuesta que siempre le daba.

—Vale, lo siento.

Mantuvo la mirada fija en mi rostro, como si esperara a que dijera algo. Arrugué la frente.

—¿Qué?

—¿No te vas a disculpar?

—¿Y yo por qué debo hacer eso?

—¡Por haber hecho que llegara tarde a mi clase de teatro!

—¡No me disculparé por eso! ¡Tú ya venías tarde!

Tal vez debí mencionar que lo que más hacíamos era discutir sobre lo qué pasó ese día. Incluso nos sacaron de clases una vez porque... ejem... olvidamos que estábamos en una.

Un giro inesperadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora