4. Primera sonrisa

Start from the beginning
                                    

—¿Es cierto?

Él asintió y relajándome un poco, tomé asiento en el sillón individual.

—Al parecer tuvieron mucho tiempo para conversar —comenté.

—También para jugar a las princesas —añadió.

—¡Él fue Elsa y yo Ana! —secundó Olivia.

—¿Juegas a las princesas? —Enarqué una ceja.

—Sé jugar muchas cosas.

No hallarles un doble sentido a sus palabras fue difícil. Intenté con todas mis fuerzas no sonrojarme, más fallé la prueba y él no lo pasó por alto; su sonrisa creció.

—¿E-entonces también vas a ese infierno disfrazado de institución educativa?

—¿Infierno disfrazado de institución educativa? ¿Te refieres a la Universidad de Denver?

—Sí.

Con una expresión divertida, asintió.

—Es raro. —Me miró con detenimiento—. Estoy comenzando mi tercer año y jamás te vi. —Su pulgar e índice acariciaron su mentón, simulando pensar.

—Tal vez sea porque estabas en otro estado y yo no tengo más de tres meses que ingresé. —Me encogí de hombros.

—Tal vez —coincidió.

De repente, reparé en la ausencia de alguien.

—¿Dónde está la señora Miller?

Como si había olvidado mencionar algo, Nicholas alzó la mano.

—Le dije que podía irse.

—¿¡Qué tu qué!? ¿Por qué?

—Olivia estaba aburrida y la anciana muy dormida cuando llegué; no se hacía cargo de ella. —Se encogió de hombros—. La señora Miller también «cuidaba» de mí cuando era niño. La muy bruja escondía mis consolas de videojuegos. Deberías contratar a alguien más, preciosa.

Olivia rio con complicidad. Yo intenté no sonreír.

—Esconder tus consolas no es algo grave. Tal vez lo hacía para que hicieras algo más productivo.

—Se dormía después de esconderlas. No lo hacía con un fin justificable. Odia ver felices a los niños.

—Bien, contrataré a alguien más, pero eso no te quita lo dramático, Nicholas.

—Nick.

Ladeé la cabeza.

—Puedes llamarme Nick —aclaró.

Charlando un rato más, logré entender el porqué Olivia parecía haberle dado su confianza tan rápido. Él era una de esas personas con las que, por alguna razón, se te hacía sencillo bajar la guardia.

—Entonces... ¿Cuánto tiempo se quedarán? —curioseó—. Simple curiosidad —aclaró.

Tampoco lo culparía si lo preguntara porque quisiera que nos marchásemos pronto. Así cómo él era un desconocido para nosotras, nosotras éramos dos desconocidas para él invadiendo su espacio.

—Seis meses.

Las comisuras de sus labios se estiraron.

—Una chica y su pequeña hermana viviendo conmigo. Estoy seguro de que será algo interesante de ver.

Mis manos cosquillearon. De inmediato me sentí nerviosa y... ansiosa.

—Supongo... —Mordí la parte interna de mi mejilla—. ¿Qué estás estudiando? —cambié de tema, disipando mis tontos nervios.

Un giro inesperadoWhere stories live. Discover now