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—Me encanta la nieve.

Canadá elevó sus brazos al cielo para tocar los copos que descendía sobre ella.

—Te vas a resfriar.

—Vale la pena —sonrío animada—. Ven, Russie, juega conmigo.

Podía pasar horas en medio de todo eso, bailando sobre el césped que se pintaba de blanco, juntando la nieve para hacer un muñeco, arrojando bolitas blanquecinas en una pelea infantil.

Disfrutando su día libre junto a Rusia.

—Tus mejillas están muy rojas por el frío.

—Me siento bien.

—Espera —el eslavo se quitó su bufanda y la acomodó en Canadá.

—Pero te vas a congelar.

—No importa...

—Pero...

—Mi casa está cerca. Allá podemos beber algo de chocolate caliente y ya no tendremos frío.

—Pues... Sé de un truco para que tu rostro no pierda el calor por un rato.

—¿Sí? ¿Cuál?

—Así —Canadá sostuvo las mejillas de Rusia y se acercó—. Con un beso esquimal —juntó sus mejillas y las rozó un par de veces.

Y de verdad, el eslavo no perdió el calor de su rostro hasta que llegó a su casa y aún después de eso.

Indispensable [Canadá x Rusia]Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon