Capítulo 52

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Desde el reencuentro con sus verdaderos padres, Elías no había querido separarse de ellos. Quería preguntarles millones de cosas, y sus padres querían saber como era su hijo.  

Los tres se sentaron en una de las salas de descanso de la comisaría y hablaron durante horas. Elías supo que su padre tocaba el piano en una orquesta de la ciudad, lo cual le llenó de alegría al saber que tendría un piano. Y su madre trabajaba en un centro de estética. Conocerles le hizo darse cuenta a Elías de que se parecía a ellos y se emocionaba como si fuera un niño de cinco años cada vez que lo notaba. Mientras, la inspectora y Kiara disfrutaban de un café tranquilas en el pasillo frente a la sala.

–Se le ve feliz.– Dijo la inspectora.

–Nunca le había visto tan feliz.

–¿Crees que le costará acostumbrarse a su nueva vida?

–Es muy probable. Pero lo hará.– Dijo mientras veían como los tres salían y Elías se acercaba a ellas dos.

–Mis padres quieren llevarme a casa.– Dijo emocionado.– Quiero que vea la casa y que me instale.

–¿Acaso pensabas pasar otra noche aquí?– Le preguntó la inspectora divertida.

–Ni siquiera me había planteado donde iba a dormir.– Miró a Kiara.– ¿Quieres venir?

–¿Quieres que vaya?

–Sí.

–Pues vamos. 

Elías recogió su peluche del despacho de la inspectora y lo abrazó antes de volver con sus padres y Kiara. Entre tanta mentira, aquello era real. Había pasado tanto con aquel peluche, que no podría dejarlo atrás ni aunque quisiera.

El padre de Elías condujo hasta una zona residencial parecida a la zona donde vivían los padres de Kiara y aparcó frente a una de las casas. Empezaba a atardecer, así que el cielo estaba teñido de tonos rosas, naranjas e incluso morados. La estampa no podía ser más bonita para Elías. Verle tan emocionado hizo sonreír a Kiara.

Al entrar en casa, vio lo pequeño que era todo, y lo grande que le hacía sentir. En su antigua casa las habitaciones eran amplias, con techos altos y la poca decoración y los colores planos hacían que todo pareciese tres veces más grande de lo que era. Paro allí se respiraba un ambiente familiar. A su derecha estaba el salón, con acceso directo a la cocina. Frente a él, unas escaleras que subirían a las habitaciones. Sus padres les enseñaron toda la casa hasta llegar al cuarto que sería de Elías. Era más pequeño que su antiguo cuarto, pero le gustaba así. La cama estaba pegada a la pared, tenía un escritorio, un armario y una cajonera. También había una estantería y baldas, pero todo estaba casi sin rellenar.

–Siempre supimos que esta sería tu habitación.– Le dijo su madre mientras él entraba y lo miraba todo con el peluche aún en la mano.– Pero nunca quisimos decorarla porque... bueno, siempre pensamos que lo mejor sería que la decorases tú.

–¿Nunca os planteasteis tener otro hijo?

–Sabíamos que tarde o temprano te encontraríamos.– Dijo su padre.– Nunca perdimos la esperanza.– Elías sonrió.

–Tengo... un montón de cosas que no sé si van a entrar.– Todos se rieron.– Hablaré con la inspectora para ver cuando puedo recuperarlas.

–¿Todas tus cosas son... pruebas?– Preguntó su madre.

–No lo sé. No he pensado mucho en ello.

–Ahora que tienes donde poner tus cosas, deberías hacerlo.– Dijo Kiara y miró su móvil.– Debería irme ya, mis padres me esperan.

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