Capítulo 18

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La cara angelical y adorable de Elías se transformaba completamente a la hora de entrenar. Al igual que cuando trabajaba, se volvía mucho más serio, y a veces, daba incluso algo de miedo.

Kiara le veía acercarse a ella con aquel pequeño gesto con el que se parecía a su padre y recordaba cuando despertaba en aquella horrible sala de torturas. Así que no podía evitar desahogarse un poco con él en aquella situación. Sabía que Elías no tenía la culpa de lo que su padre le hacía, pero ella estaba ahí exclusiva y únicamente para él.

–Creo que hemos terminado por hoy.– Dijo Ben al ver que Elías volvía a estar debajo de Kiara. Al escucharle, ella le soltó y Elías pudo relajarse encima de la colchoneta.– No ha estado nada mal, Ky.– Dijo acercándose a ellos y mientras Kiara se alejaba un poco.

–Gracias

–Ojala pudiera decir lo mismo de ti.– Ben miró a Elías desde arriba y este sonrió.– Te ha ganado claramente.

–La he dejado ganar.

–Eso no es verdad.– Dijo Kiara mirando como se levantaba.– ¿Verdad que no, Ben?

–Sé de lo que es capaz Elías.– Dijo mirándole.

–¿Lo ves?– Dijo ella mirándole.– Voy a pegarme una ducha. 

Ambos miraron como Kiara se pasaba una toalla por el cuello y se alejaba de allí en silencio.

–La has dejado ganar.– Dijo Ben cuando ella ya no podía oírles.

–Si.

–¿Por qué?

–¿Y por qué no?

–Porque no eres así.– Elías frunció el ceño.

–¿Así como?

–Un perdedor.– Ben fue a recoger sus cosas.

–Yo gano guerras, no batallas.

–Eso explícaselo a tu padre.– Elías siguió a su entrenador algo preocupado.

–¿Vas a contárselo?

–Le gusta estar informado. ¿Por que no debería?

Elías cogió a Ben del brazo con fuerza y le obligó a darle la vuelta para mirarle.

–Porque sabes de lo que soy capaz.– Dijo algo más serio provocandole miedo a Ben.

–No pensaba hacerlo.– Dijo y Elías le soltó. Cuando Ben recuperó el brazo y sintió el alivio, Elías se dió cuenta de que se había pasado.

–L-lo siento, yo no...

–No pasa nada.– Dijo interrumpiéndole.– No le diremos nada a tu padre y nadie saldrá mal parado.– Elías asintió levemente.– Anda, pégate una ducha. Apestas a sudor.

Aquella ducha les sentó de maravilla a ambos. Tanto a Kiara como a Elías. Hacía tiempo que Kiara no pillaba una ducha tan buena. La de su apartamento en la universidad hacía ya unos meses que había empezado a fallar, pero estaban tan ocupadas con los estudios que apenas tenían tiempo para llamar a un fontanero.

Dejó que el agua cayese por su cuerpo limpiándole lo malos recuerdos que le traía la quemadura de su espalda. Ahora ya estaba mucho mejor, pero la cicatriz no se iría nunca. Se pasó las manos por el pelo empapado hasta llegar a su cuello, donde se encontró con el anillo de Elías. Volvió a probárselo para ver como quedaría en una de sus manos, pero aún con la cadena seguía quedándole grande. Por un momento fue como estar con él en aquella ducha. Solo con aquel anillo, nada de ropa. Cuando Kiara se dio cuenta de lo que estaba pensando, rápidamente abandonó aquella idea y salió de la ducha. Pero durante aquella fantasía, Kiara recordó un pequeño detalle del cuerpo de Elías que no había visto hasta esa tarde.

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