Capítulo 39

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Durante la cena de aquella noche, Elías y Kiara no podían parar de mirarse. Jugaban con las miradas a buscarse, encontrarse y sonreírse. Nadie más que ellos era consciente ni entendía el juego.

La mirada de Elías recorría el cuerpo de Kiara rememorando lo que había pasado aquella tarde. Imaginándosela sin ropa, de nuevo en su cama. Veía a Kiara moverse con su sudadera y sus vaqueros pero para él todo se reducía a como era ella de verdad, dejado de todo aquello. Y se moría de ganas de poder verlo con sus propios ojos.

Sin embargo, Kiara ya había visto a Elías sin camiseta, y a pesar de que sí que quería acostarse con él no podía. Nunca podría en aquella casa.

"El amor no está mal" se repetía ella cada vez que Gideon les pillaba en un juego de miradas de los suyos.

–Has estado un poco raro durante la cena.– Le dijo Gideon cuando su hijo subió a su cuarto.

Elías había tardado un poco más en subir que Gideon ya que quería darle las muy buenas noches a Kiara. Así que cuando subió, se encontró a su padre apoyado en la puerta.

–¿Raro?– Elías sonrió.– ¿Raro en que sentido?

–Con Kiara.– Elías respiro hondo.– ¿Ha pasado algo?

Elías no pudo evitar soltar una pequeña risa a pesar de estar frente a su padre, así que se tapó la boca con una mano y después se acercó un poco a él.

–Me ha besado.– Dijo emocionado y Gideon fingió sorprenderse.

–¿En serio?

–¡Sí! ¿No es maravilloso? Me ha besado...

–¿Y tú la has besado de vuelta?

–¿Tú qué crees?– La sonrisa de Elías fue inevitable.

–Bien.– Dijo poniéndole una mano en el hombro.– Es la primera de tus chicas que te besa.

–Me siento como en una nube.

–¿Y habéis...?

–Oh, no. Eso no.

–Será mejor que te vayas a dormir.– Le aconsejó su padre dándole una palmada en el hombro. Elías asintió y salió hacia su cuarto, pero su padre le llamó y él le miró por encima del hombro.– ¿Te ha dicho que te quiere?

–Sí.– Volvió a sonreír.– De hecho, sí.

Elías asintió un par de veces mientras hablaba y después volvió a su cuarto. Gideon esperó un par de segundos en el pasillo analizando lo que su hijo le había contado. Confiaba en él lo suficiente como para contarle esa clase de cosas, y su padre agradecía los detalles.

Aquella noche, cuando Kiara se metió en la cama, fue como acostarse en una nube. Se sintió mucho más cómoda que nunca aquella vez. Dio un par de vueltas antes de quedarse dormida. Durmió cómo un bebé durante horas sin preocuparse por nada hasta que se sintió medio despierta y quiso darse media vuelta para abrazar a la almohada. Pero no pudo.

Lo intentó varias veces sin llegar a abrir los ojos por no querer desvelarse, pero al final tuvo que hacerlo. Kiara abrió los ojos y al mirar hacia arriba vio sus muñecas atadas a los barrotes de su cama con unas esposas que tranquilamente podían ser del decorado de 50 sombras de Grey.

Kiara intentó soltarse, pero en cuanto se movió, sintió que bajo sus sábanas, ya no llevaba ningún pijama. Ni ropa interior. Aquello asustó mucho más a Kiara e intentó pedir ayuda, pero antes de que siquiera pudiera decir una palabra, una mano apareció de la nada y le tapó la boca.

–Shhh. Shhh... Tranquila.– Escuchó y de la oscuridad de su cuarto, Gideon apareció.– Elías está arriba durmiendo, no querrás despertarle ¿verdad?– Retiró la mano con cuidado.

–¿Q-qué es todo esto?– Dijo ella asustada.– No he hecho nada malo.

–Elías me ha contado que os habéis besado.

–¿Todo esto es por un maldito beso?

–No ha sido sólo un beso. Y todos lo sabemos.– Kiara observó como lentamente metía la mano bajo las sábanas.

–Oye, no hemos hecho nada, ¿vale? Elías no sabe nada, no sospecha nada, no ha visto nada.

–Ya lo sé.– Kiara jadeó sin poder evitarlo y Gideon sonrió.– Eso es, una vez más.

Gideon volvió a hacerlo, Kiara se agarró a las cadenas e intentó alejarse de él para no complacerle.

–No tiene sentido que huyas, no pienso irme hasta conseguir lo que quiero.

–¿Y qué diablos quieres?

–A ti.

Gideon retiró las sábanas que cubrían a Kiara sin que ella pudiera evitarlo, quedando así completamente desnuda y completamente expuesta antes una mirada que la examinaba y unas manos que la tocaban. Lo único que no le había quitado era el collar de control y el anillo de Elías, el cual descansaba ahora en el centro de su pecho.

–¿Sabes? El cuerpo de una mujer me parece mucho más interesante cuando tiene historias.– Dijo frotando su vientre hasta llegar a la cicatriz de la quemadura.

–S-si gritase ahora mismo, toda tu mentira s-se iría a la mierda.– Dijo intentando no pensar en cómo las manos de Gideon seguían recorriendo su cuerpo.

–Pero no lo harás.

–Dame una muy buena razón.

Gideon bajó las manos rápidamente hasta las rodillas de Kiara para abrir su piernas de un solo golpe. Al principio no pudo reaccionar debido al dolor que aquello le produjo, pero volvió la realidad cuando Gideon le introdujo algo entre las piernas. Para sorpresa de Kiara, no era lo que ella pensaba, sino que era una de las armas de Gideon.

–Te dije que la próxima vez estaría cargada.– Gideon le quitó el seguro y el corazón de Kiara empezó a latir aún más fuerte.– Y está vez lo está.

–Por favor, no, por favor...– Susurró Kiara. Gideon comenzó a reír.

–Me encanta cuando suplicáis.– Gideon le sacó la pistola y Kiara respiró un poco más tranquila.– No voy a matarte. No hasta que disfrute de ti, de la forma en la que mi hijo nunca podrá.

Kiara cerró los ojos mientras escuchaba a Gideon desabrocharse el cinturón e intentó soltarse de las cadenas retorciendo las muñecas de todas las formas posibles. Gideon volvió a tocar todo el cuerpo de Kiara sin que ella pudiera evitarlo mientras le besaba el cuello. Ella intentó apartarse retorciéndose y haciendo todo lo posible para alejarse de él, pero en cuanto sintió que estaba dentro, ya no hubo marcha atrás.

–Eso es.– Dijo Gideon comenzando a moverse.– Quédate quieta y no sufrirás más de lo necesario.

En cuanto Gideon empezó a jadear por el placer que le estaba produciendo hacerle aquello a Kiara, prefirió estar muerta. Él la besaba y ella lloraba. Entraba y salía una y otra y otra y otra vez de ella sin que Kiara pudiera hacer nada. Todo lo que sentía ella era dolor.

Pensó en cuántas mujeres había obligado Gideon a estar entre sus piernas sin que pudieran evitarlo. A cada cual más joven. Y como a pesar de pasar los años, su pobre hijo no había sospechado nada, ya que ellas no habían tenido el valor de contárselo.

Y el ritmo iba en aumento. Cada vez más rápido. Cada vez más fuerte. Más duro. Más alto. Y Kiara pensó en sí alguna vez habría matado a alguna de ellas mientras la violaba. Por la forma en la que la agarraba con fuerza, la arañaba, la besaba, la mordía...

Y cuando pensó que ya había parado, Gideon le acarició la cara hasta llegar a sus labios.

–Vamos a jugar a tantas cosas que no querrás que pare. Y ahora abre la boca.– Le dijo y le abrió la boca sin esperar una respuesta.– Así...– Le sonrió.– Mantén la boca abierta.

Kiara cerró los ojos. No quería verlo. Pero lo sentiría y lo sufriría sin remedio. Y todo aquello, durante horas, las cuales transcurrieron sin descanso ni tregua durante toda la noche.

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