Capítulo 11

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Kiara salió de allí y vio como Elías hablaba con una mujer alta, tan alta como él. Era morena, con el pelo por la mitad de la espalda. Tenía una expresión muy seria, casi parecía imposible que pudiera sonreír. Daba la sensación de tener mal carácter. Vestía con un traje negro y gris y llevaba un maletín.

Junto a ella, Elías parecía un rayo de luz en un día de tormenta. Cuando él vio que Kiara había salido, hizo un gesto con la cabeza y Triana la miró.

–Es ella.– Dijo Elías.

–¿Eres la nueva chica de Elías?– Dijo Triana acercándose. Su voz era mucho más seria que ella.

–Eh... Si, soy yo.

–Triana Palmer.– Le estrechó la mano casi sin que Kiara pudiera resistirse.

–Kiara Coleman.– Dijo ella.– ¿Usted es la profesora particular de Elías?

–Exacto. Te daría clases a ti también, pero no soporto la estupidez humana.

–¿Cómo dice?– Dijo Kiara empezando a ofenderse y enfadarse.

–Soy una de las mentes más brillantes de este país, y solo doy clases a personas que no me harán perder el tiempo.

Kiara la miró como si le estuviera gastando una broma y después miró a Elías.

–¿Tú eres una de ellas?

–Tengo un coeficiente intelectual bastante alto.– Dijo mientras asentía. Kiara pensó que si eso era cierto, no era posible que no se hubiera dado cuenta de que estaba viviendo una mentira.

–Si no te importa, tenemos clases que dar.– Dijo Triana cortante.– Así que vete a... hacer coronas de flores o lo que quiera que hagas.– Dijo señalando su flor.

–Oye guapa, que estudio psicología.– Kiara pasó de la indignación al enfado.

–Pues que te diviertas, nosotros tenemos trabajo que hacer. Vamos Elías.

Triana fue hasta el comedor donde se instaló para dar la clase. Elías miró a Kiara y se encogió en hombros como diciendo "ella es así" antes de unirse a ella.

Kiara vagó un rato por la planta baja de la casa mientras pensaba en que hacer con su vida en esos momentos. Volver a su cuarto le parecía algo aburrido, se había pasado allí los últimos días. Así que paseó por los largos pasillos y grandes estancias. Jugó con el lirio durante un rato, hasta que decidió meterla en un libro para que se quedara seca y poder usarlo como marca páginas. Cogió uno de los libros más gordos que había en el salón para ello.

Le gustaba leer libros nuevos, así que antes de meter la flor, decidió echarle un vistazo. La casa de las mareas, un título que no había escuchado nunca pero que la entretuvo bastante, lo suficiente como para no pensar en su secuestro hasta la hora de comer. Escuchó los tacones de Triana sobre el suelo y después la puerta abrirse y cerrarse. Kiara dejó la flor dentro del libro y después se acercó rápidamente para ver si conseguía ver la puerta abierta. Aquella era la única salida a la libertad que tenía y la gente entraba y salía sin ningún problema.

–¿Ya se ha ido?– Preguntó acercándose a Elías, quién estaba recogiendo sus apuntes.

–Si. Triana viene todas las mañanas.

–¿Sólo estudias par las mañanas?

–Todas las mañanas.– Volvió a repetir.– Por las tardes trabajo desde aquí ayudando a mi padre.

–¿En que le ayudas exactamente?

–Llevo las cuentas, cuadro los horarios de las chicas, estudio las ofertas de importación y exportación, preparo los contratos para los socios...

–No mentías al decir que eras listo.– Dijo y él se rio un poco, pero enseguida se detuvo.

–Vamos, cielo. Termina de recoger eso, que tengo que poner la mesa.– Le dijo Nani.

Elías recogió todos los libros y cuadernos que tenía y los subió a su cuarto mientras Kiara le esperaba junto a Nani, que empezaba a poner la mesa.

–¿Es cierto que Elías trabaja con su padre?– Preguntó mirando a las escaleras para asegurarse de que no volvía.

–El 90% de lo que te diga Elías será verdad.

–Y el otro 10% está adulterado por su padre.– Kiara se cruzó de brazos.

–El señor Foster solo quiere lo mejor para su hijo.

–¿Pero a qué precio...?– Susurró al escuchar a Elías de nuevo bajar las escaleras.

Cuando Elías volvió al comedor, Nani sirvió la comida con total normalidad. Una vez que terminaron, Elías bajó su portátil al salón donde pudo trabajar en compañía de Kiara mientras ella seguía con La casa de las mareas.

Elías parecía bastante centrado en su trabajo. Cuando se ponía serio daba miedo molestarle. Tenía un gesto parecido a su padre. Cuando bajó la pantalla del portátil, estiró la espalda y miró a Kiara con una sonrisa.

–¿Has terminado?– Le preguntó ella.

–Si.

Elías subió a la planta de arriba con su portátil para devolverlo a su escritorio, y con Kiara, para terminar de enseñarle la casa.

–Ahí está el despacho de mi padre y junto a él, su cuarto.– Dijo señalando las puertas.– Cuando era pequeño, solía entrar en su cuarto a dormir con él cuando tenía pesadillas. Ahora apenas piso por ahí.

–¿Y eso?

–Me he hecho mayor.– Admitió.– No le importaba que un niño asustado entrase, pero ya soy un adulto... y cada uno tiene su privacidad.

–Ya veo.

–Este es mi cuarto.

Elías abrió la puerta y dejó pasar a Kiara. El cuarto de Elías era mucho más grande de lo que se esperaba. Tenía una cama enorme en el centro, con tantos cojines que parecía una nube. Tenía un escritorio a la derecha de esta, donde dejó el portátil. Había también varios sofás, una televisión frente a la cama, estanterías llenas de libros y muñecos, varios armarios y fotos. Bastantes fotos en las paredes que no eran completamente ventanas.

Kiara se acercó a una y vio a su padre, junto a una mujer asiática. Era rubia, bastante alta, con una sonrisa preciosa... se parecía a Elías.

–Mina Park.– Escuchó a Elías y le miró.– Mi madre.

–Es muy guapa.

–Mi padre dice que le recuerdo mucho a ella.– Dijo acercándose.– Era de Busan, creo.

–Tienes muchos recuerdos de ella.– Kiara observó las demás fotos en las que aparecía.

–Ya que no pude tenerla, tengo sus recuerdos.

–Déjame adivinar, ¿este es uno de ellos?– Dijo acercándose a la cama y cogiendo un peluche.– ¿Por qué tienes un peluche de un koala azul?

–Mi madre lo compró cuando supo que esperaba un niño. Lo tengo desde antes de nacer.

–¿Tiene nombre?

–Se llama Koya.

–¿Koya?– Kiara se rio un poco.

–Si. ¿Qué pasa? De pequeño no sabía pronunciar Koala y le puse Koya, ¿vale?– Kiara se rio un poco más y Elías le quitó el peluche.

–Dios, debías de ser un niño súper adorable.

–¿Ahora no lo soy?

–Ahora ya no eres un niño.

–¿Pero te parezco adorable?– Se acercó un paso más a ella y por un momento, Kiara no supo qué contestar.

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