Capítulo 36

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A pesar de la mala noche que pasó Kiara por la noticia de la leucemia, se levantó más descansada de lo que esperaba. Aquella cama realmente hacía maravillas cuando se trataba de hacerla sentir descansada.

Cuando se levantó y se vistió aquella mañana, se miró en el espejo se vio en sujetador, con el pecho y la espalda llenos de cicatrices y marcas. Algunos eran más grandes de lo que se esperaba. Luego estaba el tatuaje. Aquello le producía sentimientos encontrados. Aquello la conectaba directamente con Elías, lo cual le hacía sentir hasta un punto de alegría, pero siempre le recordaría todo lo que ha pasado cuando las cicatrices se disimulasen hasta casi desaparecer.

Y lo que siempre, siempre se veía cada vez que se reflejarse en un espejo o un cristal era el collar. Aquel collar de control que aunque ni se lo viera, sentía la presión de llevarlo al rededor del cuello. Cuando Elías le contó que algunas chicas lo compraban con un collar para perros pensó que exageraba un poco, pero ahora que ella también lo llevaba, se daba cuenta de que tenían toda la razón del mundo. Lo único bueno que tenía era que disimulaba las marcas que le dejó Gideon cuando estuvo a punto de ahogarla.

–Buenos días.– Escucharon mientras ambos desayunaba junto con el ruido de los tacones de Triana.

–Triana, ¿Qué haces aquí tan pronto?– Le preguntó Elías sorprendido.

–Hemos perdido mucho tiempo y tenemos que recuperarlo.

–Pero ya estamos en ello, ¿no?– Triana de puso sería. Más todavía.

–Elías, tienes una mente muy importante y los días que has perdido pueden ocasionarte dificultades. Y eso es culpa tuya.– Le dijo a Kiara.

–Estaba tardando en acusarme...– Kiara bebió café.

–Bueno, ya te he dicho que voy a esforzarme por recuperar el ritmo.– Dijo Elías volviendo a la conversación principal para alejar a Kiara del tema.

–Por eso estoy aquí. Así que venga, termina de desayunar.

Elías se sintió un poco presionado por Triana, pero sabía que tenía razón, así que decidió hacerle caso.

Kiara por su parte, se dio cuenta de que allí sobraba, y de que Elías estaría muy ocupado durante todo el día. Sus clases no empezaron hasta pasado un rato y duraron algo menos que las de Elías. De normal solían acabar a la vez y Erick y Triana se iba a la vez, pero esta vez Elías estuvo estudiando hasta la hora de comer.

–Por fin has acabado.– Le dijo Kiara cuando se sentaron a comer.

–No te creas. Esta tarde viene Ben, Triana me ha dejado un montón de deberes para mañana y sigo teniendo que trabajar.– Se desplomó en la mesa.

–Vaya. ¿Siempre es así?

–Ya te lo dije.– La miró.– A veces si, a veces no.

Durante la tarde, Kiara trabajo sola. Elías estuvo ocupado toda la tarde, así que apenas se vieron.

Kiara estuvo trabajando en su trabajo toda la tarde. Seguía pensando en la leucemia, y en la conducta que adoptaría él sí se llegase a enterar. Su padre era lo único que tenía fijo en aquella vida, como le había dicho, así que, llegado el momento, podría llegar a donar hasta su propio corazón para salvarle.

¿Pero quien le salvaría a él en una situación contraria? Tenía serias dudas de si su padre lo haría, y salir a un hospital de verdad a pedir ayuda podría provocarle otro ataque de pánico.

Pensó en cómo le afectaría toda aquella información y la puso en el trabajo. La verdad es que no había hablado mucho del tema de salud con Elías. No sabía si estaba vacunado, si había pasado alguna enfermedad y cosas así. Revisó su trabajo y se dio cuenta de que en ningún momento había hablado de ello. Aquel era un tema bastante serio, y Gideon debía de tener toda aquella información apuntada en alguna parte. Y de estar, tendría que estar en su despacho.

Ahora él no estaba en casa, y Elías estaba ocupado, así que pensó que no pasaría nada si entraba a echar un vistazo.

Kiara salió de su cuarto en silencio y subió las escaleras hasta el despacho de Gideon. Observó detrás de ella unos segundos para asegurarse de que nadie la estaba viendo y después entró.

Estar allí de nuevo le recordó a la vez en que le enseñó como había escenificado su muerte y como su familia lloraba su pérdida. No quería pasar allí más tiempo del necesario, así que comenzó a buscar.

Busco en cajones, carpetas y armarios, descartando todos los informes de trabajo que encontraba. Prefería no abrir esas carpetas. El contrabando, maltrato, prostitución y asesinato de mujeres la revolvía las tripas.

Al cabo de un rato, encontró una carpeta algo escondida en la que ponía Confidencial: E. Era bastante más gorda de lo que esperaba, así que supuso que aquello tendría que ver con Elías. Abrió la carpeta y vio una foto de una pareja asiática de hace unos años. Le pareció algo extraño así que empezó a investigar. Leyó un par de cosas que no entendía, con un lenguaje demasiado técnico hasta que de repente llegó a algo que si entendía:

–¿Certificado de adopción?– Leyó.

Aquello le llamó la atención más que lo que había ido a buscar, así que empezó a leer aquello. Ya sabía que la vida de Elías era una mentira, pero aquello era más que una mentira. Era una farsa a gran escala.

–¿Qué haces aquí?– Escuchó cuando la puerta se abrió y vio a Gideon entrar.

–Descubrirlo. Todo.– Se levantó.

–No sé de qué me hablas.

–¡Hablo de que Elías no es tu verdadero hijo!– Levantó la voz, pero Gideon cerró la puerta, la mandó callar y se acercó serio.

–Tú no sabes nada de ese tema.

–¡Lo he leído! Lo he leído todo... Elías no es tu hijo. Nunca lo ha sido. ¡Has estado mintiéndole desde su primer día de vida!

Tan pronto como Kiara terminó de hablar, Gideon le dio una bofetada que la hizo callar de golpe. Kiara se agarró la mejilla por el dolor y la sorpresa, pero aun así, devolvió la mirada a Gideon.

–He cuidado de Elías desde que era un bebé. Me he preocupado por él, le he criado, querido y protegido.– Dijo muy serio.– Elías es mi hijo.

–Biológicamente no.– Kiara apartó la mano de su mejilla.– Le has mentido... En todo...– Gideon no dijo nada.– Su madre lo era todo para él y ni siquiera es la mujer que idolatra en las fotos de su cuarto.

–Esto es lo mejor que le podría pasar a Elías. Esta es la vida que debe tener.

–Por eso no sale a la calle.– Dijo Kiara empezando a reírse un poco al darse cuenta, por la desesperación y el miedo.– Porque no quieres que le reconozcan y te lo quiten. ¿Pero sabes que? Te lo van a quitar. Le van a encontrar y te lo van a quitar.

–Nadie me a va a quitar a mi hijo.– La amenazó.

–Eso es lo más gracioso.– Se rio un poco más.– Sigues manteniendo que es tu hijo, pero solo es un pobre niño al que secuestraste y lo mantienes aquí, trabajando para ti mintiéndole día tras día...

Gideon se cansó de que Kiara se riera tanto, así que la cogió del pelo con fuerza estirando la hacía atrás y la atrajo hacia él, levantándola un poco del suelo. En aquel instante la sonrisa de Kiara desapareció y solo quedó el miedo.

–Escúchame bien, Kiara.– La miró a los ojos.– Grábate esto a fuego o lo haré yo: Elías Foster es MI hijo. Y nadie me lo va a quitar. Y mucho menos tu. Porque a ti, puedo quitártelo todo antes incluso de que nadie venga a quitarme a mi hijo.– Estiró un poco más del pelo y pasó su otra mano por la mejilla de Kiara agarrándola de la cabeza.– No puedes hacer nada, así que olvida todo lo que has leído en esa carpeta. O de lo contrario...

Gideon pasó su pulgar hasta meterlo en la boca de Kiara y empezó a estirar de su cabeza mientras le abría la mandíbula en sentido contrario. Kiara intentó deshacerse de él cuando todas las alarmas empezaron a sonar, ya que podía sentir como se le empezaba a desencajar la mandíbula.

Yours Where stories live. Discover now