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Diciembre, 2050.


Para Minho celebrar noche buena era algo que le llenaba de goce, la comida, el ambiente cálido y agradable, la perfecta compañía de las personas que rodeaban la mesa con la mejor de las disposiciones. Era su celebración favorita del año. Minho no era rico, pero podía costearse buenos regalos para sus seres queridos y eso era algo que le llenaba de orgullo, sus caras de felicidad al ver un presente que vagamente habían mencionado tiempo atrás les gustaría adquirir, él solía prestar atención a ello con la ilusión de poder ser la persona que les diera esa dicha. En especial al castaño que le sonreía con un brillo especial en sus ojos, adoraba hacer las compras con Chan, pues el chico le gustaba desde que se conocieron a los quince años pero claro, el mayor nunca lo había notado y no lo culpaba por ello, Minho solía esconder sus sentimientos por miedo al rechazo. El agradable sonido de la tienda hizo presencia como uno de los habituales avisos que se repartían en a ciudad.

Diez de la noche en punto. Les recordamos que los transportes públicos están a una hora de terminar su jornada del día, regresen con buen tiempo y no olviden, una ciudad linda son ciudadanos felices.

El corto pitido de cierre de anuncio dio paso nuevamente a la música de ambiente mientras Minho tomaba sus bolsas para poder salir junto al mayor de aquel lugar. Así eran las cosas en Delling. El mundo era bastante agradable desde que los países dejaron sus diferencias de lado, de aquello había pasado bastantes años. Ahora se regían por distritos, no existía la pobreza ni la guerra, por ende la delincuencia se redujo a nada salvo por uno que otro rebelde del cual se encargaban. El lema era que una manzana podrida podía contagiar rápidamente al resto, así que tomaban muy serio cualquier intento por alterar la paz en la que vivían todos. Ellos vivían en el tercer distrito, no había distinción notoria entre todos, pero era un modo de organización para facilitar las cosas.

Las calles eran limpias, el color blanco predominaba en ellas por lo que todo lucía muy pulcro. Él disfrutaba mucho caminar entre ellas, en especial cuando estaban adornadas con las luces de colores que recibían la navidad, el aroma dulce del pan recién horneado o el dulce de los postres.

— Puedo seguir por mi cuenta desde aquí —mencionó Minho apenas llegaron a la estación del metro. Chan le miró con una mueca por unos segundos.

— ¿Aquí? ¿Quieres que tu madre me regañe por no regresarte hasta la puerta de tu casa? No me pesa acompañarte.

— ¿Escuchaste el anuncio? Estamos a nada del cierre de día, debes volver a buena hora.

El mayor llevó su diestra hacia su nuca, pensando por unos segundos y finalmente, dándole la razón. Regresar a casa cuando pasaba esa hora era muy difícil, pues solo pocos vehículos transitaban y eran propios, solo circulaban aquellos con autos, bicicletas o motos, Chan no poseía ninguna.

— Bueno, pero mándame mensaje cuando llegues, ¿Está bien?

Minho asintió con una sonrisa mientras Chan llevaba su mano esta vez hacia los cabellos del castaño para despeinarlo un poco antes de despedirse. El más joven miraba al mayor hasta que se perdía entre la gente, siempre era así, nunca se daba la vuelta antes que eso y es que todo segundo que veía a Chan era bueno para él. Con cierto deje de frustración se adentró al metro, bajando las escaleras y pasando su tarjeta por el escáner. ¿Por qué no podía ser lo suficientemente valiente para decirle sus sentimientos? Sentía que era tarde, quiso hacerlo dos años después de conocerse pero lo aplazó, y ese "pronto le diré" jamás llegó, en cambio, las experiencias juntos y todo ese tiempo le hicieron sentir que ya había pasado el tiempo de "podría gustarle" para mantenerse en una amistad sana y de confianza. No quería que sus sentimientos fueran el final de aquello que consiguieron formar juntos.

DOPPEL ❀ Minchan/banginhoWhere stories live. Discover now