20- la luz que se desvanece

8.6K 939 1.3K
                                    

El día pasó tan rápido que Naruto ni siquiera lo sintió, entre reuniones y papeleo atrasado las horas se fueron volando hasta dar las ocho, no tenía mucho tiempo libre antes de volver a firmar documentos y aún tenía un asunto pendiente con su esposa.

—Shikamaru, tengo que irme, volveré más tarde a terminar ésto— avisó dirigiéndose a la puerta, Nara, quién hasta ese momento había permanecido a su lado ayudando alzó una ceja en interrogación pero no dijo nada y siguió con su trabajo.

El camino lo sentía más corto de lo que en realidad era y sentía sus manos sudar mientras intentaba formular lo que diría llegando a casa, llegó a la puerta y entero cuidadosamente, encontró a Hinata sentada en uno de los sillones de la sala, las manos en su regazo y con la vista perdida en el ventanal.

—hola— saludó nervioso, ser rascó la nuca con incomodidad, no sabiendo si sentarse también o permanecer de pié —¿ Y los niños?— preguntó mirando a su alrededor, no quería hacer ésto en presencia de ellos en caso de que las cosas se complicaran como con Sakura.

— están con mi padre, creí que sería lo mejor, después de todo ésto es un asunto entre tú y yo— el Uzumaki asintió, tomando una silenciosa bocanada de aire.

—mira Hinata, eres una gran mujer y-

— ahórrate eso, Naruto-kun— la mujer se levantó yendo a su esposo, colocó delicadamente su mano en la mejilla del rubio quien puso la suya de igual manera, presionando levemente a manera de conforte — ésta vez quiero ser yo quien hable, en todos nuestros años de matrimonio siempre he sido quien agacha la cabeza y asiente a todo lo que dices sin decir o hacer algo, Naruto-kun, yo quiero que seas feliz, conmigo no lo eres y yo tengo en parte la culpa—

—Hinata, no digas eso, no es verdad— refutó inmediatamente haciéndola sonreir.

— siempre he pensando que eres demasiado para éste mundo, yo te amo, te amo mucho, y por eso no puedo permitir que te ates así a mí, me diste más de lo que yo jamás he recibido, me diste esperanza, inspiración, confiada, me hiciste creer que valía la pena luchar por mis sueños, también me diste dos bellos hijos, nunca podré pagarte todo lo que has hecho por mi, me liberaste, y yo haré lo mismo contigo— con cuidado, como si de vidrio se tratase, deslizó el anillo de oro fuera del dedo del Hokage y posteriormente lo botó al aire, cayendo a quién sabe donde.

— siempre estaré para ti si me necesitas, y seguiré cuidando de los niños, intentaré pasar más tiempo con ellos— prometió, sintió un enorme peso quitarse de encima dando paso a la euforia, abrazó efusivamente a la Hyuuga quien rió en complicidad.

— aún faltan muchas cosas por hacer antes de tener un divorcio oficial pero por el momento puedo decir, Señor Uzumaki, que es presumiblemente soltero— exclamó Hinata como una reina cuando proclama a su caballero de honor.

— puedo decir lo mismo, hablaré con los niños apenas pueda, no tienes que hacerlo sola si no quieres, por ahora debo volver a la oficina, dormiré allá ésta noche, creo que es lo mejor para ambos— y con una corta despedida de volvió a marchar, ahora con su corazón más liberado.

Una vez que el rubio desapareció de su vista la mujer se derrumbó, incluso si sabía lo que sucedería no estaba preparada para decirle adiós a su amor de toda la vida, esa noche se permitió llorar como nunca antes en su vida, gritó, abrazó, pateó, golpeó, hizo todo lo necesario para sacar finalmente esa espina que llevaba años taladrando su corazón, era hora de dejar ir el pesado, dolía, sí, dolía demasiado, pero no era el fin del mundo, tenía mil y una posibilidades para el futuro, lo que fue de ella era sólo un capítulo más y no su libro completo, después de todo, su vida no sólo giraba alrededor de un hombre.

ECLIPSEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora