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Estaba platicando con Devon sobre un trabajo en equipo que haríamos la siguiente semana.
El trabajo era de álgebra y eran muchas operaciones, a mí se me daba fatal eso, pero hago mi mejor intento por comprenderlo.
El perfume de Brett llegó a mis fosas nasales haciendo que sonría, no lo había visto desde la mañana.
—Amor —me robó un beso tomándome desprevenida. Me miró fijamente ignorando la presencia de Devon.
—Entonces platicamos bien mañana para ponernos de acuerdo —lo volteé a ver regalándole una sonrisa.
—Claro, Devon.
—Nos vemos —se acercó y besó mi mejilla, pasó por el lado de Brett, el cual se puso rígido y chocó el hombro con él haciendo una mueca de desagrado—. Nada más que no se te olvide algo en mi casa como el otra vez.
Brett ya iba a empezar a caminar hacia él, pero lo detuve del brazo. Mientras, Devon se fue con una sonrisa divertida.
—¿Quién es ese pendejo? —preguntó molesto.
—Es mi amigo, vamos en el mismo salón —acaricié su brazo.
—Lo odio, ¿si fuiste a su casa? —frunció el ceño.
—Sí —antes de que dijera algo me adelanté—, fui porque me iba a dar tutoría, amor.
—Me hubieras pedido tutoría a mí.
Sonreí divertida.
—Brett, es álgebra. Ambos sabemos que no se nos da bien.
—Pues le hubieras dicho a Lori —abrazó mi cintura acercándome a él.
—No tiene tiempo.
—¿Por qué? —preguntó confundido.
Porque está saliendo con alguien.
—Porque no —lo tomé de las mejillas y lo besé—. Mejor vamos a hacer otra cosa.
Él sonrió mordiéndose el labio.
[...]
Sonreí mientras continuaba saltando.
Hasta que me caí.
—Pensé que haríamos otra cosa —se quejó Brett.
—Es divertido —reí, continue saltando.
—Solo porque estas tu.
Awww.
Acepto a subirse conmigo a un brincolín que estaban rentando mis vecinos.
Se torció un poco mi pie haciendo que caiga en Brett que se encontraba acostado mientras yo brincaba. No sé cómo puede estar acostado mientras alguien brincaba.
Recargué mi barbilla en su pecho. Su rostro es perfecto.
—Me encanta la vista de tus amigas, cariño —le pegué en el pecho juguetona—. No quiero que vayas a casa de él.
—No va a pasar nada, amor. Confía en mí.
—Confío en ti, pero en él no, tiene cara de pervertido —nos besamos durante unos minutos hasta que se separó con una sonrisa—. Ya sé, voy a ir contigo a su casa, me dijiste que mañana vas a ir por asesoría, así que voy contigo para tomarla yo también.
—¿En serio? —pregunte riéndome.
—Si, así aprendo.
Reí una vez más para después volver a besarlo.
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