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Scott llevaba tiempo comportándose raro y eso me preocupaba mucho.
Me acerqué a los vestidores de hombres para darle al entrenador las anotaciones de cada compañero del equipo de Lacrosse, era como mi "servicio" para obtener puntos extras en su materia o en cualquier otra.
Mientras más me iba acercando se iba escuchando la voz de Stiles.
—Tienes que decirle, no puedes estarle mintiendo. Tarde o temprano se enterar, tiene un sexto sentido.
—No sé cómo decirle —oh por Dios, ese era Scott—, me da miedo que me deje por eso.
Estaba confundida, intentaba no crear historias en mi cabeza del posible tema que estaban hablando, pero era imposible no imaginármelo.
¿Sera que me está engañando y por eso lleva días raros?
Decidí mejor esperar a que él me dijera que está pasando. También ya le daría después los resultados al entrenador.
—Hola Greenberg —lo saludé con un tono desanimado cuando me lo crucé.
—Hola.
[...]
—¿Podemos hablar hoy en mi casa? —Scott se acercó a hablarme en un momento libre de la escuela.
—Claro.
—Si quieres te espero después de clases y vamos —se rascó la nuca, flexionando su brazo derecho.
—No puedo —negué con la cabeza—, tengo que ayudarle a mamá con unas cosas, pero voy en cuanto termine.
—¿Segura? —asentí con la cabeza. Pronto acorto la distancia entre nosotros, tomando mi cintura y dejando unos cuantos besos en mis labios.
La verdad extrañaba tenerlo así.
—Nos vemos después.
[...]
Llegué a la casa de mi novio y mi suegra me recibió con un gran abrazo cálido.
Subí las escaleras y llegue al cuarto de Scott cuarto, entre sin tocar encontrando a Scott apunto de ponerse a camisa.
—Lo siento... —me ruboricé.
—No importa —sonrió de forma divertida por mi reacción.
—¿De qué quieres hablar? —me senté en su cama con los nervios de punta.
—Mira yo... sé que he estado raro estos días, pero tiene una gran explicación, si decides dejarme lo entenderé, pero...
Le agarre las manos e hice que se sentara a mi lado, intentando tranquilizarlo un poco, aunque se podía sentir como la tensión aumentaba cada vez más, especialmente cuando se tomó algunos minutos para hablar.
—Soy un hombre lobo.
Inevitablemente solté un suspiro de alivio.
—Es genial —solté felizmente.
—¿Genial? —estaba anonadado.
—Si, por un momento pensé que me estabas engañando —lo miré con una sonrisa. Eso quito un gran peso de mis hombros.
—¿No estas asustada?
—No, la verdad no me da miedo. Todos los libros que leí sobre hombres lobo... es real —lo abracé.
—Eres genial —besó mi nariz.
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