capíтυlo 34

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Durante el resto de la cena intenté eludir cualquier mirada de mis hermanos para que no me hicieran más preguntas. Terminamos el postre y mi madre, junto con mis hermanas, se dirigieron a la cocina para preparar café.

Siempre solemos beber café al terminar de cenar, la verdad nunca supe el por qué, pero ya era algo natural.

El resto de nosotros, nos fuimos al jardín. Definitivamente es mi lugar preferido de la casa, no sé si es por la paz que hay ahí, o por la cantidad de verde de las plantas de mi madre. Apenas pasando el umbral de la puerta se ubica una mesita ratona de exterior. Nos acomodamos a su alrededor en unos sillones haciendo juego, rodeados de un florido pensil. Apenas brillaban algunas estrellas dispersas en el cielo que, junto a la luna cuarto menguante, nos alumbraban. Estaba realmente frío, ya se podía sentir el otoño, con sus vientos y la baja de temperatura. Decidí ir a buscar un abrigo, estaba con sólo la camisa y, pensando como un anciano con bastante experiencia, sabía que, si me quedaba afuera así por más tiempo, terminaría enfermo.

Cuando regresaba de mi habitación, me cruce a Elián en el living.

- ¿Puedo ir a hablar a tu cuarto? – me preguntó señalando su teléfono, que no dejaba de sonar, recibiendo una llamada, y a lo que pude ver, había una foto de una chica bastante linda. Muy del estilo de él para ser franco.

Asentir levemente con la cabeza, y me dirigí hacia el jardín, pero antes de llegar pude escuchar un poco hablar a mi padre y a Bruno. Mi hermano estaba fumando un cigarrillo sentado en un sillón del jardín y mi padre, en otro al frente suyo. Se encontraban dándole la espalda a la puerta, por lo que no percibieron de que estaba ahí.

- ¿Has visto como está cambiando el clima por aquí últimamente? – mirando las estrellas -. Bajo mucho la temperatura – dijo para rellenar un poco el silencio.

- ¿Te crees que puedes tomar a todos por imbéciles? – le contestó Bruno con un tono bastante mordiente.

- ¿Qué? ¿Qué dices? – confundido.

- No actúes papá. Sabes muy bien de lo que te hablo. – mirándolo a mi padre bastante enojado. Su tono era bajo, porque seguramente no quería que nadie más escuchara, pero la rabia que tenía se derramaba en cada palabra.  – No puedes pretender que me quede callado escuchando tus mentiras. ¡No puedo no contarles lo que realmente pasó! Sabes que tienes que dejar de defender a Tadeo. Él ya no es un niño, sabe muy bien lo que hizo y tiene que pagar por sus errores. Los hechos te lo demuestran ¿o no? – apenas pude ver su cara. Su ceño fruncido y sus puños comprimidos, me demostraban que tan molesto estaba.

Fue ahí a donde me di cuenta quien había ido al hospital. Era él. No me molestaba el hecho de que lo supiera, o que quisiera contárselo a mis hermanos, porque yo también pensaba igual. Pero que me echara la culpa a mí y que dijera que todo me lo merecía, eso no era asunto de él.

Me molestaba. Bastante culpa sentía yo, para que él me dijera eso. Seguramente si no estuviera en ésta condición, en ese momento, le hubiera golpeado, aunque, de todas formas, perdería la pelea.

La verdad que lo que menos hice en ese momento fue pensar, y si lo hubiera hecho, las cosas habrían ido por un camino diferente. Pero no.

Retrocedí con mi silla bruscamente. A mi suerte se había atorado con una de las sillas del comedor, así que no pude conseguirlo. En ese momento no ayudó mucho a mi situación, me estresaba pensar en que ya no podía hacer nada por mí mismo, que estaba pagando por mis errores como él acababa de decir, y después de todo, yo si era una vergüenza para mi familia.

No sé exactamente por qué lo hice, pero quería sacarme esa rabia, ese odio que había en mí. Sólo descargué mi exasperación contra la lámpara del living, que al caer al suelo, no sólo que se rompió, sino que hizo un ruido bastante fuerte, lo suficiente para que notaran mi presencia.
Se dieron vuelta rápidamente. Yo estaba llorando. Mi papá pálido porque se dio cuenta que los había escuchado. Bruno denotaba total arrepentimiento en su rostro. Mamá y mis hermanas llegaron corriendo desde la cocina preocupadas. Y Elián, que cortó su llamada, no dejaba de mirar a mi alrededor para entender que estaba ocurriendo.

Estaba aturdido, sentía todas las voces alejadas y lo único en lo que estaba concentrado era en mi respiración agitada por el llanto, hasta que sentí una mano en mi hombro y mi madre enfrente preguntándome si me encontraba bien.

- ¡Ya no aguanto! – grité.  Estaba enojado, no podía seguir guardándome todo eso –. ¡No puedo seguir con esta mentira!

- ¿De qué mentira hablas? – preguntó confundida Ailín.

-Nosotros chocamos contra el camión. – y ahí se fue a la basura toda promesa que había hecho por la mañana -. Veníamos en el carril contrario – lo dije, sin darle tanta vuelta al asunto – Estábamos ebrios y drogados. Y esa no era la primera vez.

- ¿Qué…qué dices? – La voz entre cortada de Eliza incrédula de lo que estaba diciendo. Sus ojos me miraban penetrantemente de arriba hacia abajo. Ella era otra de las pocas personas en el mundo que me creían incapaz de algo así.

-Sí, y sé que prometí que no lo contaría. – mirándola a mamá a los ojos en señal de disculpas – Mi intención nunca fue mentirles u ocultarles todo lo que pasó, ni mucho menos fingir que soy perfecto. Porque sé que no lo soy. – sentía como las lágrimas empezaban a correr lentamente por mi rostro -. Sé que cometo errores y que tengo que pagar por ellos. Es más, pienso que soy una de las cosas más imperfectas que existen en el universo – mirándolo a Bruno, que estaba con sus ojos vidriosos, posiblemente a punto de llorar, pero no lo haría porque su orgullo no se lo permitía – Lamento mucho haberles mentido. De verdad quiero pedirles disculpas a todos. En especial a ustedes, – mirando a mis padres – porque sé que lo que hice está mal. No me educaron así. Lo único que hice fue que dejaran de estar orgullosos de mí. – y entre sollozos continúe con las palabras que, estaba seguro, causarían más daño que todo lo anterior – Muchas veces pensé que lo mejor hubiera sido que yo muriera en ese accidente a que seguir aquí y ocasionarles tantos problemas.

Luz Where stories live. Discover now