capíтυlo 11

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Estaba enojado porque no me escuchaban.

Le dije que se fuera, que no necesitaba que me cuidara. Mi mamá intentó tranquilizarme, lloraba, pero no se iba. Le grité nuevamente para que me dejara solo. Y ella alzó sus cosas y salió de la habitación. Cuando ya llegaba a su límite y no quería discutir conmigo, sólo en raras ocasiones, me hacían caso.

En la puerta se cruzó con Luz, y vio como mi mamá salía llorando. No me preguntó qué había pasado, lo notó en mi cara, en mi cara de fastidio. Cerró la puerta y empezó a regañarme. Tampoco quería escucharla.
Necesitaba estar solo.

Le pedí que se fuera, lo hice tranquilo, no le grité, pero ella no lo hizo, seguía hablando sobre mi bien y que dejara de ser tan terco y entendiera lo mucho que mis padres me querían.

"Luz déjame solo. No quiero escucharte. Vete. Se acabó"

Lo grité.

Le grité a Luz.

Ya no quería seguir intentado algo que no iba a pasar, sólo quería que me dejaran seguir mi vida y no que sintieran lástima por mí, como mis padres tenían. Ella seguramente también, pero nunca me lo iba a decir.
Se quedó callada mirándome después de escuchar mi grito. No se lo esperaba, nunca me había visto así. Después de unos minutos en silencio, frunció el ceño y empezó a hablar. Recuerdo sus palabras y su tono de voz, estaba de verdad enojada...

"Desde que llegaste estoy al lado tuyo, te despiertas tres meses después y yo estoy ahí, te explican el tratamiento y yo estoy ahí. No me hablas por dos semanas y cuando vuelves a hablar, yo estoy ahí acompañándote y contándote toda la verdad sobre lo que pasó, aunque no era mi trabajo hacerlo...
Me pediste que no te llamara por tu nombre, que sólo hiciera mi trabajo... pero no me dejas hacerlo. Alejas a tus padres, me alejas a mí y a cualquier persona que te quiere ayudar. Tu mamá se ha pasado tres meses al lado tuyo, y desde que despertaste, sólo cinco minutos, el resto del día está sentada afuera.

¡Cinco minutos!

Estoy acá para ayudarte a salir adelante, para que dentro de unos meses cuando vuelvas a casa, puedas hacer vida normal, para que sepas manejarte solo. Pero, está bien, si no quieres mi ayuda, me voy y listo. Tengo otros pacientes y son más simpáticos que tú. Si quieres dejar de hacer los ejercicios, pues déjalos, si no quieres rehabilitación, déjala también, si quieres salir de acá y estar encerrado en tu habitación dentro de cuatro paredes, entonces adelante. Pero así nunca vas volver a tener una vida. Y posiblemente...si no te desahogas, tu puedes ..."

A ese punto de su discurso, ella estaba llorando. Y, por más que me doliera la forma dura en la que me había hablado, tenía razón. Yo sólo me estaba alejando.

Luz intentó volver a hablar, pero no pudo y salió de la habitación a un paso acelerado, cerrando la puerta tras de ella un poco brusco.

Cuando quedé solo, también lloré. La verdad dolía, esa era la realidad.

Me tumbé de costado e intenté dormir, pero a los pocos minutos llegó una enfermera con el desayuno. No tenía ganas de comer, así que lo aparté y me quedé dormido. Volvieron unas horas más tarde con el almuerzo, apenas abrí los ojos, vi que la enfermera tomó la bandeja del desayuno y se la llevó, volvió nuevamente y me tomó la temperatura. Creyó que me sentía mal, sin duda no se había enterado de la discusión con mi madre y con Luz.
Me volví a dormir, y mientras lo hacía llegó a mi habitación mi nuevo médico, el psiquiatra.

Luz Where stories live. Discover now