capíтυlo 22

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La felicidad de mis padres no puede expresarse en palabras, le agradecían al médico mientras me besaban y no paraban de llorar. Quería contárselo a Luz, suponía que ella ya lo sabría para entonces, pero quería compartirle mi emoción.

Cuando llegó, obviamente lo sabía, abrió la puerta y de un brinco saltó a mis brazos apretándome fuerte contra su pecho, podía notar que estaba feliz por mí. Era un lindo momento, lo estaba disfrutando muchísimo, pero en mi mente sólo acontecía el hecho de que no la vería más, que tendría que alejarme de ella.

Dejé de abrazarla con fuerza como lo había estado haciendo, me separé y la miré a los ojos.

- ¿No te veré más? - podía notarse en mi voz la angustia que se iba apoderado de mí. No quería perderla, en ese punto estaba seguro que sentía algo por ella, y no era sólo relación paciente/terapeuta.

- ¿De qué hablas? - en una especie de risa formuló la pregunta, sin saber muy bien a que venía todo eso.

-Cuando yo me vaya, no te veré. Se acabó todo. tragué saliva, no quería pensar en un día sin Luz.

- ¿Qué dices? -empezó a reír y me abrazó nuevamente. Me había dejado confundido, estaba tan feliz que no le importaba nada de lo que yo dijera. - Voy a seguir siendo tu terapeuta afuera -su sonrisa me alentaba a que le dijera que la quería, pero no lo hice.

- ¿De verdad? - quería asegurarme de que no fuera mentira.

- Mi trabajo contigo no terminó - hizo una pausa y luego siguió- y si hubiera terminado, te iría a visitar todos los días - dándome un beso en la mejilla y preparándose a mi lado.

No me hacía falta más nada, la tenía a ella y eso era suficiente para vivir, para volver a mi vida y poder aprender a vivir así. Cada vez que la miraba me daba cuenta la suerte que tenía que ella sea mi terapeuta y haberla conocido, aunque sea de esta manera, me había hecho muy afortunado.

- Mañana te vendré a buscar para hacer los ejercicios, nos quedó uno pendiente - guiñándome un ojo y acariciando mi cabeza. Se refería a “dar los pasos” y al igual que ella me entusiasmaba la idea. Luego salió de la habitación.

Y así fue como al otro día tuve mi revancha.

Volvimos al mismo lugar, las paralelas, Lisandro, Stella y Luz ahí para apoyarme, pero esta vez ella estaba al frente mío. Tenía que llegar hacia ella, me esperaría con los brazos abiertos.
Si mis piernas respondieran, hubiera corrido a sus brazos, ese era el único lugar donde me sentía a salvo, lejos de cualquier peligro.

Quería dar todo de mí para poder llegar hasta donde estaba, pero me sentía en un pasillo sin fin, no podía. La sentía tan lejos y tan cerca a la vez. Sus palabras animándome a más me daban la fuerza para seguir de pie, y casi sin energías y agotado totalmente, di mi último “paso” llegando a sus brazos y abrazándola fuertemente.

Me sentía un niño que había perdido a sus padres y los volvió a encontrar, en este caso no los había perdido a ellos, sino a mi norte, había perdido la luz que guiaba mi camino.

Técnicamente no era dar pasos, todo lo estaba haciendo con mis brazos que se mantenían fuerte para poder sostenerme de pie, y apenas unos mínimos movimientos, por la inercia del resto de mi cuerpo, hacía que me acercara más a ella. Costaba, claro que sí, pero por Luz lo haría todos los días.

Me desplomé sobre sus brazos dejando caer todo mi peso en ella y rompiendo a llorar.

Estaba feliz por mí por haber hecho tres pasos. Sí, sólo habían sido tres, pero se sintieron millones, y también porque ella estaba a mi lado.

Volví a mi habitación un par de horas después porque al terminar con los ejercicios fui a hacer los últimos estudios. Al otro día me darían los resultados y sabía que todos estaban esperando que volviera a casa.
Luz estaba aguardándome a que regresara al lado de mi cama.

-Hola -sonriéndole al entrar. La enfermera que empujaba mi silla se despidió y nos dejó solos.

- ¿Cómo ha ido todo? - devolviéndome la sonrisa.

-Bien supongo -acercándome a ella - ¿Qué haces acá?

-Ayer me preguntaste si nos seguiremos viendo después que te den el alta, y bueno creo que es hora que armemos un cronograma de tu vida fuera - la notaba muy entusiasmada.

-Todavía no sabemos si me darán el alta...

-Pero algún día volverás a tu casa, a tu vida.

Asentí con la cabeza. Pensar en volver a mi vida me producía cierto miedo

¿volvería ser yo o ahora tendría una vida totalmente diferente?

- ¡Está bien! ¿Qué me depara el destino? -le pregunté con una sonrisa desafiante. Quería saber que tenía en mente.

Luz Donde viven las historias. Descúbrelo ahora