Capítulo XXIII

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Narra Martha:

Decidí que ya era hora de volver, ya que llevábamos mucho tiempo nadando con los peces. Les hice señas a los chicos para volver y me siguieron. Salimos de la parte de los peces y entramos en la parte principal de la cueva. Nos tiramos al agua para pasar por debajo y llegar de nuevo al lago.
Estaba empezando a anochecer, pero aún había algo de luz.

Martha: Venga, daros prisa, ya sabéis que es peligroso el bosque por la noche. -fuimos a la orilla y salimos.- secaros un poco con las toallas y nos vamos.

Agus: Espera, ¿Donde esta Maxi? -lo dijo muy preocupado. Me giré y miré por todos lados pero no estaba.-

Martha: ¿No ha venido con nosotros por la cueva?

Agus: Si. ¿Le habrá pasado algo? -me acerqué con cuidado de nuevo a la orilla, pero no vi nada.- No voy a arriesgarme a esperar -hizo ademán de tirarse al agua, pero yo le sujeté.-

Martha: Espera, yo aguanto más bajo el agua, iré yo. -me miró con precaución, pero asintió. Me di la vuelta y me tiré de cabeza al agua. Nadé hasta la entrada de la cueva, cogí aire y me sumergí.-

Le ví en la mitad del camino. Se había desmayado. Me dio un vuelco el corazón. Di brazadas rápidas hasta llegar a él. probablemente no había aguantado la respiración del todo. Fui a tirar de el, pero estaba enganchado a algo, me fijé mejor y vi que tenía la pierna encajonada entre dos piedras. Me empecé a preocupar ¿Que hago? Le zarandee, esperando que abriese los ojos.

Deduje que no aguantaría mucho si seguía desmayado. A mi aún me quedaba bastante aire para aguantar un rato más, pero a Maxi, no. Le cogí la cara con las manos y posé mis labios sobre los suyos, para pasarle a través de la boca algo de aire. No era un beso, pero el corazón me latio más deprisa y, en ese momento, sin quererlo, me di cuenta de cuanto necesitaba a aquel chico en mi vida, me di cuenta de que me estaba empezando a enamorar, no lo voy a negar, supe que a partir de ese momento le miraría de diferente forma, pero a la vez recordé que en poco más de una semana, el camión reponedor de alimentos del supermercado y el mensajero llegarían, y los chicos con los que me divertía tanto irían con ellos. Me dolió el alma al pensarlo. Había pasado demasiados momentos inolvidables con ellos, no sabía que iba a ser de mí cuando ya no estuvieran, pero yo no volvería a ser la misma, no después de saber como se siente al tener unos amigos tan espectaculares, casi hermanos, personas importantes para mí. Ellos no se podían quedar conmigo para siempre, lo sabía, pero de alguna forma, no lo había querido afrontar. Eran famosos, tenían vida, ahora estaban de vacaciones, pero tendrían que recuperar su día a día, y Maxi con él, por eso tenía que sacarlo de allí fuera como fuese, estando enamorada de él o no, como si se fuese dentro de una semana o un día, no se podía quedar allí, dejando atrás su vida, tan joven.

Le tapé la nariz, para que si despertase no respirara. Abrió los ojos. Se asustó un poco al ver que no podía respirar, pero yo le hice un gesto de negación. Se dio cuenta de que estaba bajo el agua. Le sonreí con un deje preocupado. Estaba asustado, y mucho, se lo noté en la cara. le hice señas para que intentase salir. Él lo hizo, pero no pudo. Intenté separar las piedras, pero pesaban mucho. No sabía que hacer, me quedaba sin opciones... y sin aire.

Cerca de mí, había un palo grueso. Lo cogí y un extremo lo puse bajo una de las rocas. Lo utilicé como palanca y la piedra se movió. Maxi aprovechó y salio. A mi cada vez se me nublaba más la vista, notaba como poco a poco perdía consciencia de mí misma. Tenía que aguantar un poco más... pero.... los pulmones me dolían. Supe que no saldría viva de allí y, con un último pensamiento para mis amigos, más bien hermanos, me sumergí en un gran sueño reparador.

Este capítulo y el siguiente son especiales para mi porque los hice con el corazón y bueno espero que les gusten y no se olviden de votar y comentar.

Les amo❤

Las estrellas no son de campo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora