Capítulo III.

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Narrador anónimo:

La muchacha alzó su daga, que era el arma más cercana de la que disponía. Los cinco chicos se asustaron. Adelantó unos pasos hasta estar a dos metros de los intrusos.

Martha: ¿Quienes sois? ¿Que hacéis aquí?

Agus: Si bajas esa cosa, te lo decimos -dijo señalando el cuchillo de Martha. Esta bajó su arma, pero no dejó de estar alerta y mirar a los visitantes con desconfianza. Los dos suspiraron y ya no estuvieron tan tensos.-

Agus: Nuestro coche se ha quedado sin gasolina a unos diez minutos de aquí, ¿Sabes de alguna gasolinera que haya cerca? -Martha rió, ya no estaba tensa.-

Martha: ¿Gasolinera? ¿Aquí? Tú flipas, por aquí no hay de eso.

Maxi: Bueno, pero habrá algún sitio donde podamos recargar el depósito, ¿No? -La chica negó con la cabeza-

Martha: Mirar, andando, tardas unos diez minutos en llegar a un pueblo que hay tras la colina de allí, pero solo hay cuatro casas, un supermercado, una farmacia, una panadería y un estanco.

Agus: Pero habrá cobertura o algo, ¿no? -Martha volvió a negar con la cabeza.-

Agus: ¿Ni siquiera un ordenador?

Martha: Aquí no llega la instalación electrica. Me parece que estáis metidos en un problema, no hay forma de comunicación posible.

Agus: Has dicho que hay supermercado, tendrán que llegar camiones a reponer la comida, digo yo.

Martha: Chico listo. Si que reponen la comida. Pero solo viene un camión el día uno de cada mes. Hoy es día dos de Julio.

Agus: Y los dependientes no...- Martha le cortó la frase.-

Martha: Haber, aquí no hay teléfonos, ni ordenadores, ni coches, los dependientes viven en el pueblo con sus familias, por aquí no pasa ni dios porque es un sitio desierto. La gente no se molesta en venir. No hay gasolineras ni instalación eléctrica. La ciudad está a ochenta kilómetros de aquí, tardaríais dos días sin parar para poder llegar. Solo viene un cartero cada mes, al igual que el camión de alimentos, pero ambos vinieron ayer. Esto es la vida en el campo, vida rural. La gente de aquí no necesitamos esas cosas.

Maxi: Entonces... estamos perdidos aquí hasta que alguien se dé cuenta de que no aparecemos.

Agus: Maxi, nadie va a venir a buscarnos porque pensarán que estamos en el crucero, estamos perdidos, no tenemos nada.-Martha ahogó una carcajada.-

Maxi: ¿Y tú de que te ríes?

Martha: Pues de que tenéis muy mala suerte gorrilla.

Maxi: De eso ya nos hemos dado cuenta.

Agus: ¿Nos podrías ayudar?

Martha: ¿Y que quieres que haga yo, negrito?

Agus: No sé, dinos algún hostal o algo que haya por aquí que haya para quedarnos hasta que se nos ocurra algo.

Martha: No hay hostales, ya hos he dicho todo lo que hay por aqui.

Agus: Joder, y ahora ¿Que hacemos?

Martha: Yo os puedo ofrecer una habitación para los dos completamente gratis, claro que, solo si tu amigo el gorrilla quiere, porque se le ve muy enfurruñado -Martha le sacó la lengua, divertida.-

Agus: ¿En serio? -La muchacha asintió- Pues muchas gracias.

Martha se dio la vuelta para entrar en su casa, la siguió Agus, menos Maxi, que se quedó quieto. Los dos se dieron la vuelta y le miraron.

Maxi: Yo no voy.

Agus: ¿Por qué?

Maxi: Porque no la conocemos de nada.

Martha: ¿Prefieres dormir aquí, gorrilla? Mira que por la noche el bosque da mucho miedito -dijo en tono de burla- igual te comen los grillos -sonrió, divertida.-

Maxi: No me llames así, tengo nombre. Y no me da miedo el bosque, dormiré en el coche.

Martha: Como quieras. Y te llamo gorrilla si quiero, no es culpa mía que lleves gorra. Además ni siquiera me habéis dicho vuestros nombres.

Maxi: Me llamo Máximo, pero dime mejor Maxi.

Agus: Yo Agustín, pero me puedes decir Agus.

Martha: Encantada, soy Martha. Bueno, entonces vuestro amigo Maxi se queda en medio del bosque tenebroso por la noche -dijo irónicamente-

Maxi: No me asusta esto.

Martha: Como quieras.

Agus: Maxi, no te vas a quedar ahí tu solo.

Maxi: No importa, ya os lo he dicho, yo voy al coche, no la conocemos de nada.

Martha: Oh, si, cuidado, que me convertiré en murciélago y os chuparé la sangre -les guiñó un ojo- Mirar, quien quiera que se venga a dormir en una cama decente, quien no, que se quede en el bosque, a merced de los lobos.

Agus: ¿Hay... lobos?

Martha: Si, pero solo salen por la noche, y si tú no les haces nada se irán nada más verte.

Agus: Yo me voy a la casa, ya es de noche -él estuvo de acuerdo, excepto Maxi-

Maxi: Ya os he dicho que no.

Martha: Estás cabezón hoy ¿Eh? Mira, yo me voy, haz lo que quieras, tu amigo, por lo que veo, también se viene -Martha volvió a andar y el chico la siguió. Maxi miró a sus lados, a la oscuridad plena del bosque, sintió miedo, por lo que fue tras su compañero. Martha sonrió pícaramente.-

Martha: Lo sabía... -A sus espaldas, Maxi hizo una burda imitación de su voz, más aguda y ñoña- que infantil eres.

Maxi: Pues anda que tú -Martha volvió a sonreir...-

Las estrellas no son de campo Where stories live. Discover now