"¿¡Qué!?"

La joven abrió los ojos de par a par.

"No es posible. Debo comprobar eso."

Se puso de pie y le echó una mirada rápida al cajón abierto. Descubrió con asombro que, efectivamente, estaba repleto de candados. No entendía como Sherlock, siendo tan delgado como era, pudo abrirlo siquiera. El mueble debía de pesar una tonelada.

— Wow. ¿Cuál estás descifrando ahora?

El niño hurgó en el cajón y enseñó uno que tenía un diseño rectangular. Parecía bastante macizo y moderno.

— Técnicamente ya lo resolví. —comentó—. Ahora busco mejorar mi tiempo. Cuando llegue a abrirlo en menos de quince segundos, lo dejaré junto con los otros.

— ¿Puedes abrir esa cosa en menos de un minuto?

Sherlock esbozó una sonrisa retadora. Caminó hacia el centro de la habitación y recogió el trozo de alambre que Anabeth había usado minutos atrás. Lo levantó ceremoniosamente y, a modo de demostración, comenzó a forzar la cerradura.

En menos de treinta segundos, había abierto el candado.

Anabeth parpadeó varias veces, anonadada.

— Okey, sí. Admito que eso fue genial.

— Soy genial. —corrigió, elevando el mentón con orgullo.

Ella rodó los ojos. Tomó uno de los cojines y se lo aventó a la cabeza.

— ¡Hey! ¿Por qué rayos fue eso?

— Por enano engreído.

Sherlock hizo un puchero. Tomó el almohadón y le devolvió la cortesía. Anabeth solo pudo partirse de la risa mientras el menor intentaba asestarle algún golpe.

— Ya... Ya, Mini-Holmes. —dijo en un tono conciliador, al tiempo que frenaba sus ataques—. Es suficiente.

— Será suficiente cuando pidas clemencia.

— En tus sueños. —dijo, esbozando una sonrisa ladeada.

— Eres mi aprendiz. Y como tal debes respetar a tu maestro. —se cruzó de brazos en fingida ofensa.

— Pero no olvides, Mini-Holmes, que también soy tu niñera. Y como tal tengo autoridad sobre ti. —dijo con sorna, al tiempo que elevaba el brazo para cubrirse del cojín que le fue aventado.

Ella tomó el objeto y se puso de pie. Sherlock, observando sus intenciones, corrió hasta la cama y agarró su almohada.

Se miraron de manera desafiante mientras tomaban posiciones de batalla.

— Solo uno de nosotros saldrá de aquí con vida. —anunció la castaña de forma dramática.

— Y ese seré yo, obviamente. —respondió confiado.

La chica entrecerró los ojos y sonrió.

— Eso lo veremos, Mini-Holmes.

Ambos aferraron sus almohadas firmemente, listos para la guerra, cuando de pronto escucharon una voz a la lejanía.

Fue un grito agudo y prolongado, perteneciente a un niño. Este fue bajando en intensidad hasta que solo se escuchó como un gemido lastimero, seguido de ladridos de perro.

— ¿Qué mierd...?

— ¿Pero qué...?

Hablaron Sherlock y Anabeth al unísono. Se miraron entre sí, compartiendo el mismo estado de alerta. Después de todo, cualquiera se congelaría al escuchar un alarido desgarrador. Soltaron las "armas" y salieron rápidamente al balcón, el cual tenía una perfecta vista del jardín y las casas vecinas.

La Clase del 89' (Mycroft y tú)Where stories live. Discover now