"Gané. Podré ir a Harvard." Se dijo para sus adentros, sonriendo genuinamente ante la idea. No quería pensar en otra cosa. No deseaba que ningún otro recuerdo o pensamiento la embargara, arruinando su humor. 

No. Esa noche festejaría a lo grande.

Porque sabía, en lo más profundo de su ser, que sus momentos de felicidad en Londres estaban contados.

"Y aprovecharé cada uno de ellos." Se dijo con convicción. "Al máximo."

***

Principios de mayo. Residencia Holmes.

— Hazlo con cuidado.

— Soy cuidadosa.

— No. No lo eres.

— Sí lo soy. Ya, guarda silencio.

— Estoy envejeciendo, Smith.

Anabeth rodó los ojos.

— Tus comentarios no me ayudan, ¿sabes?

— Tu terquedad tampoco lo hace. —contraatacó el niño.

La joven introdujo el último tramo de alambre en la cerradura y empujó suavemente, levantando la última aguja. Al ver que el mecanismo cedía, lo giró en el sentido de las agujas del reloj, consiguiendo que el candado se abriera.

— ¡Al fin! —celebró, soltando el alambre.

— Felicidades. Ya me hice viejo.

— Ay, por favor. Fui rápida esta vez.

— Tardaste seis minutos con cuarenta segundos. —remarcó.

— ¿Y? No me digas que ese no es un buen tiempo.

Sherlock elevó una ceja con aburrimiento.

— No lo es. —ladeó la cabeza hacia un costado—. Aunque supongo que es aceptable para un principiante.

Anabeth entrecerró los ojos, observando al niño con escrutinio. Ambos se encontraban en la habitación del rizado, sentados en el piso en posición de loto. Frente a ellos, se extendía una vasta colección de cerrojos abiertos.

El niño se puso de pie y hurgó en uno de sus cajones, sacando otro candado. Esta vez era más grande que el anterior.

— ¿Por qué tienes tantas de esas cosas? —consultó con curiosidad.

— Mi padre. —explicó—. Él me los regala. Cada vez que logro resolver uno, me da otro de mayor complejidad.

La chica asintió, impresionada.

— ¿Cuándo empezaste a... practicar para la delincuencia? —consultó, medio en broma, medio en serio.

Sherlock le sacó la lengua. Luego de una pausa, finalmente habló.

— A los 8. —volteó a verla—. Y no planeo ser un ladrón. Sin embargo, poseer conocimientos en cerrajería podría serme de utilidad en mis investigaciones futuras. Por eso practico.

Anabeth esbozó una sonrisa.

— ¿Y cuántos candados llevas?

— ¿Contando el que estoy descifrando ahora?

— Mmm... Sí.

Sherlock se detuvo un momento a pensar, antes de responder.

— Llevo 243 candados, para ser exactos. —soltó, como si no fuera la gran cosa.

La Clase del 89' (Mycroft y tú)Where stories live. Discover now