Corazón roto

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-Perdón por la intromisión- dijo Taiga apenado al ver lo emocionada que se encontraba la madre de su amigo que parecía que tenia estrellas en los ojos al verlo.

-¡Aaaahh! Con que tu eres el amigo de mi Testuya- dijo feliz Anko acercándose a Taiga que se coibia cada vez más. La mujer estaba más que feliz al notar que no solo era guapo sino que se trataba de otro alfa-. Siéntete como en tu casa, la cena esta casi lista.

Testuya y Taiga caminaron hacia la cocina para guardar el pastel en el refrigerador, el joven omega se quito la chaqueta de cuero y la colgó en un perchero cercas de la entrada para que se pudiera secar bien.

-¿Estas bien?- le pregunto al alfa. Se sentía un poco apenado por la gran emoción de su madre que no se molesto para nada en disimular.

-Si- le sonrió. De cierta forma le agradaba aquel ambiente familiar, la casa se sentía caliente y acogedora como si todos fueran una familia unida. No pudo evitar sentir un amargo sabor de boca al compararlo con su situación. 

-Buenas tardes- una voz imponente se escucho desde las escaleras poniendo en alerta el alfa de Taiga que por instinto- y sin notarlo- cubrió a Testuya con su cuerpo que también se había asustado por la voz de su padre.

-Papá- en su tono de voz se noto el sutil reclamo por haber puesto nervioso a su amigo.

Sarutobi bajo despacio las escaleras aun conservando su seriedad desde el segundo piso pudo oler un alfa intruso en su casa, supo allí del porque lo feliz de su esposa.

- Sarutobi Aomine mucho gusto- extendió su mano hacia Taiga-. ¿Cómo te llamas?- lo miro fijamente como si tratara de recordar algo.

- Taiga- dijo con respeto. A pesar de sentirse un poco amenazado o al menos su alfa no podía causar un alboroto en la casa de Testuya que seguía aun atrás de él.

-¡Déjalo en paz Sarutobi!- regaño Anko desde la cocina viendo como su marido tenia esa expresión de desconfianza en su mirada. Conocía lo territorial que podía llegar a ser aquel hombre ante la llegada de un nuevo alfa a la familia-. ¡A cenar!

Ya en la mesa el ambiente se volvió más sereno y la platica fluía con mucha libertad poniendo cómodos a los jóvenes que solo reían por las anécdotas de Anko al conocer a su esposo en la secundaria. Testuya nunca se había sentido tan contento en la hora de la comida siempre era porque Daiki terminaba discutiendo con su madre y de un momento a otro estaba aparentemente tranquilo, al terminar la cena siempre lo buscaba a su cuarto solo para dormirse ya amanecer solo en la cama; desde ese entonces comprendió que Daiki lo seguía buscando para calmar su dolor. 

- ¿De donde eres Taiga?- Anko estaba maravillada con aquel joven por lo atento que era con su hijo. No se le paso por alto las veces que Taiga ayudaba a Testuya a cortar su carne solo para que este se la pudiera comer a gusto; si lo veía del lado primitivo era como ver a un alfa alimentando a su omega primero.

-Estados Unidos señora- dejo de sentirse amenazado desde que comenzó la cena y con la felicidad de aquella mujer que lo veía con ojos de ensueño lo hizo sentir cómodo-. Mi madre es japonesa pero nos fuimos a vivir a Estados Unidos cuando yo solo era un niño.

Sarutobi ajeno a la conversación seguía tratando de recordar donde había visto aquellas cejas raras, unas cejas así no se olvidaba la persona y ahora que le dijo su origen solo confirmaba un poco más sus sospechas. No quiso tocar el tema de la empresa en una comida tan importante y porque de seguro su esposa le clavaria el tenedor en la mano con la primera mención de trabajo.

-¿A que se debe tu regreso a Japón, hijo?- acepto a regañaditas a tratar bien aquel joven que se veia bueno, al igual que su esposa tampoco paso por alto las veces que ayudaba Taiga con la comida a su hijo y como esperaba a que Testuya comiera primero.

Mi OmegaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora