Capítulo 36

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La fidelidad es el esfuerzo de un alma noble para igualarse a otra más grande que ella  —Goethe.

—¿Así que simplemente la ayudaste? —pregunta Bruno—. Mira, es tu buena acción del día, lo entiendo, pero no puedes exponerte así, fue peligroso. Pudieron no ser borrachos y estar armados.

—Yo también estaba armada por si algo grave ocurría.

Me levanto la blusa hasta las costillas dejando ver el arnés pegado al cuerpo que tiene dos finas navajas. Alec es el único que sabía que las tengo. Cuando metió las manos por debajo de mi blusa para acariciarme la espalda lo descubrió enseguida, aunque no pudo decirme nada, él acostumbra a tener un arma en la cinturilla de su pantalón, solo la deja en casa cuando vamos al instituto, aparte son para mi defensa propia.

—Será mejor que bajes esa blusa —me advierte Alec con la vista en la carretera.

Bruno blanquea los ojos —Deja de celarla, te dije que eso es una enfermedad. Mientras tú piensas que veo los pechos de mi prima, la realidad es que no paro de mirar los dos lunares arriba de su ombligo, si los unes parecen una carita asombrada.

Suelto una carcajada por la estupidez que dijo Bruno —Yo siempre he pensado los mismo —confieso.

Alec blanquea los ojos negando con la cabeza. Supongo que ya está acostumbrado a que mi nivel mental baje cuando estoy cerca de Bruno.

—¿Qué hace la policía aquí? —inquiere Alec cuando llegamos al edificio.

Hay una patrulla afuera, pero no tiene las luces prendidas, solo está estacionada.

—Son las dos de la mañana, Alec. Debe ser Fabbian, iré a hablar con él.

Sin esperar respuesta me bajo del auto consiente de que lo más probable es que Alec me siga. Al llegar a la ventana del piloto veo que efectivamente es Fabbian y se quedó dormido contra el volante. Toco el vidrio delicadamente con mis nudillos, él despierta y me mira algo adormilado, luego restriega sus ojos de manera tierna dando un bostezo y sale del auto.

—Fabbian, ¿qué haces aquí? —pregunto cuando está frente a mi.

—Yo... necesitaba verte, digo, necesitaba hablar contigo —se corrige rápidamente.

—¿Viste la hora, Fabbian?, son las dos de la madrugada.

—Si, eh...—se rasca la nuca—. No pensé que llegarías tan tarde, uno de los vigilantes de la entrada me dijo que habías salido con tus Primos.

—Si, fuimos a un club, nada importante.

—¿Bebiste? —me pregunta serio.

—Si bebió no es tu problema —responde Alec llegando a mi lado, me volteo a verlo.

—Cuida tu tono niño, estás dirigiéndote a un oficial, no a tu amigo.

—Y tú cuida tu tono con mi novia —enfatiza el «mi»—. Si bebió o no bebió es problema de ella.

—Te equivocas, es una menor de edad, no puede beber —responde Fabbian.

—Es bueno que recuerdes que es una menor de edad, ¿cuántos años tienes tú?, ¿treinta, cuarenta?, no te pases de listo.

—¡Alec! —lo reprendo—. ¿Puedes parar?

—Francesca está a nada de cumplir los dieciocho y yo tengo veinticuatro —responde Fabbian solo para provocar a Alec, sé perfectamente que no está interesado en mi.

—¡Fabbian!, ¿Vas a seguir tú?, ¡eres un policía!, compórtate y deja de provocar a Alec —digo seriamente.

—Aunque tuvieses veinte, me da igual, es mi chica, no la tuya —le contesta Alec ignorando mi advertencia.

Ante los ojos de Roma | [Roma #1]Όπου ζουν οι ιστορίες. Ανακάλυψε τώρα