Capítulo 15

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Para enseñar a los demás, primero has de hacer tú, algo muy duro, enderezarte a ti mismo —Buda.

FRANCESCA

Mi alarma suena como cada mañana a las cinco. Me levanto con mucha pereza ya que odio madrugar, pero sé que debo ir a entrenar con los chicos. No quiero al idiota de Alec otra vez en mi habitación con una excusa barata como que me vino a buscar.

A la mente me vienen retazos de mi conversación con él, cuando veníamos de vuelta en su auto.

—¿Así que... especial con las piernas y ruda en la cama eh? —pregunto incómodamente para romper el silencio.

—La primera vez que estuve cerca de tu cama me hiciste una llave kung fu panda con tus piernas y me reventaste la cara con un secador de pelo, no sé tú, pero para mi, eso es bastante rudo.

—Eres un idiota —oculto una sonrisa.

—Ya, y la razón por la que me estás mirando tanto es para ver si mi cara de idiota evoluciona, ¿no?

—Exactamente, ¿ves?, ahora adivinas cosas, te estás volviendo menos idiota.

Bajo al gimnasio luego de desayunar. Bruno y Alec aún no han llegado, pero los trillizos si.

—Buenos días —digo al entrar.

Los tres me contestan con un hola desganado. Mateo y Piero están acostados boca abajo en las colchonetas con los ojos cerrados, debieron irse de fiesta anoche después de largarse del restaurante. Stephano, quien parece ser el más inteligente de los tres, está jugando distraídamente con una pelota de tenis haciéndola ir y venir de su mano al piso.

—¿Sabes por qué aún no llegan? —pregunto.

—Aún es temprano, cuando hay misiones en las noches, los chicos suelen quedarse dormidos.

—¿Y cual es la excusa de Bruno?, él no estaba ahí.

Me sonríe como si fuera una niña pequeña a la que hay que explicarle todo.

—Bruno si estaba, todos lo estamos siempre. Somos un equipo, solo que estábamos ocultos. Nadie nunca nos descubre.

—Tú estabas en la quinta viga del techo, Mateo estaba en la tercera y Piero cerca de la entrada de la cocina.

Me mira asombrado —Supongo que hemos perdido el toque.

—No me gusta estar a la deriva. Ustedes eran mi as bajo la manga, quería saber su ubicación. En cuanto Alec me dijo que no tenía ni puta idea de donde estaban, me dispuse a buscarlos con la mirada, lo curioso es que a Bruno no lo noté.

—Eso es porque Bruno no estaba dentro.

—¿Dónde estaba?

—En una camioneta estacionada atrás del restaurante.

—¿Y qué hacía ahí?

—Vigilando por si había algo sospechoso, hablando estupideces por nuestros comunicadores, haciendo de conductor por si las cosas se ponían feas y asegurándose que el pago inicial de garantía se hacía correctamente.

Ante los ojos de Roma | [Roma #1]Where stories live. Discover now