Capítulo 3

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Sé quien era esta mañana cuando me levanté, pero he debido cambiar varias veces desde entonces —Lewis Carrol.

FRANCESCA

Llevo horas bajo la ducha. El agua hace mucho sale limpia, pero yo me siento sucia. Mi cuerpo tirita involuntariamente haciendo castañear mis dientes de frío, pero me rehúso a usar agua caliente, estoy congelándome y aún así, no duele, ya no duele...

Maté a once hombres y a uno de ellos lo torturé. Ayer a esta hora estaba robando postre de chocolate del refrigerador, me levanté temprano para que mamá no me viese y así  poder echar la culpa a mi padre, ese era mi mayor cargo de conciencia. No puedo creer que llegué a esto, sé que atormentándome no consigo nada, tomarme esto con calma y madurez es necesario para no perder la cordura.

Decido dar por terminado mi tiempo bajo el agua y salgo a mi habitación. En mi cama hay unos pantalones de jean, nunca me lo puse porque son muy bonitos para ordeñar vacas, a su lado están mis Vans rojas y una camiseta negra con escote sencillo en forma de uve en la espalda, me la regaló mi madre para mi cumpleaños pasado.

Con mi estilo de vida me gusta estar cómoda. Sé que fue mamá la que dejó la ropa aquí, por lo cual me visto rapidamente y me hago una coleta. Mi cabello es color chocolate, pero teñí mechones morados en mi cumpleaños, me llega hasta los muslos, diez centímetros arriba de la rodilla, por eso siempre lo ato en una coleta alta, ayuda mucho ya que mido un metro setenta.

No me pasa desapercibido el hecho de que falta la mayoría de cosas en mi habitación. Al bajar las escaleras veo a mamá y a papá sacando maletas de su cuarto.

—¿Por qué tantas maletas? —pregunto.

—Cuatro de ellas son tuyas —responde mi madre con una sonrisa forzada por la situación.

Los cuerpos ya no están, es como si hubiesen borrado rastro de la masacre, pero las manchas de sangre en la alfombra y paredes delatan que no fue una alucinación. Decido no preguntar al respecto.

—¿Cuatro? —pregunto intentando dialogar de manera normal, pero la situación es muy inquietante—. Estoy segura que mi ropa no llena ni media maleta.

Mis padres se miran mutuamente dándose una confirmación silenciosa para decirme la verdad.

—Una tiene tu ropa y zapatos, la otra tiene tus pertenencias personales y tus cosas estudio con tus libros, la otra tiene todas las armas y cuchillos que estaban tras tu puerta y la otra tiene... tus juguetes.

Sé a que se refiere. Cuando dije que mi madre se obsesionó con mi inteligencia no estaba exagerando, desde pequeña me hizo leer libros de química y estudiar junto a ella, pero cuando pasé a la practica la dejé atrás.

Todo empezó confeccionando una simple cóctel mólotov, debido a que es una bomba termobárica de baja intensidad, no se me hizo difícil, pero con el tiempo quise intentar más cosas. Que las matemáticas no sean mi fuerte no es de gran ayuda, hace más lento el proceso ya que debo estar con una calculadora en mano verificando cada cosa.

Cometiendo errores aprendes que un gramo de más puede hacer gran diferencia en el resultado, aún así mi curiosidad y mis ganas de crear me llevaron a experimentar en demasía obteniendo resultados satisfactorios. Fabrico sedantes, calmantes y paralizantes entre otras cosas, tenía la esperanza de poder estudiar esto en la universidad y presentar mis inventos como proyectos. Que ilusa...

Ante los ojos de Roma | [Roma #1]Where stories live. Discover now