Capítulo 18

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No estoy en este mundo para cumplir con tus expectativas y tú no estás en este mundo para cumplir las mías
—Bruce Lee.

FRANCESCA

—¡Mierda! —exclamo.

Me muevo tan rápido que despierto a Alec. Nos quedamos dormidos en su sofá. Mi manera tan abrupta de despertar fue porque alguien tiró una mochila en mi estómago, ese alguien es Sebastián...

—¿Dormiste bien, Francesca? —pregunta cruzado de brazos.

—Yo... Sebastián, no es lo que piensas —enarca una ceja—. Bueno, si lo es, pero hay una explicación.

—Claro que hay una explicación —me reprende como si fuese una niña—. Pero ahora vístete y ven.

—Estoy vestida, ¿quién te crees que soy? —respondo ofendida.

Blanquea los ojos —Si sé que estás vestida, no seas idiota, me refiero a tu ropa, no la de él.

—No hay apuro —me dice Alec—. Puedes quedarte a desayunar.

—¡Oh, si!, también me puedo quedar yo y mientras comemos panqueques vemos como los padres de Francesca aparecen por ese ascensor y... alerta de spoiler, ¡no están felices!

—¡Mierda! —me incorporo—. ¿Qué hora es?

—las diez de la mañana.

Me paro rápidamente, tomo la mochila y me voy a vestir al baño lo más rápido que puedo. Cuando vuelvo veo a Sebastián en el mismo lugar cruzado de brazos, Alec está como si nada doblando la manta con la que nos tapamos anoche.

—¿Has hablado con mi papá? —le pregunto a Sebastián.

—Me llamó recién, le dije que me pediste que te acompañara temprano al lago Albano.

—¿El lago Albano?

—Tú dile que querías pensar y que lo viste en un fotos por internet.

—¿Eso está muy lejos?

—No, está a veinte o veinticinco kilómetros de aquí, son veinte minutos en auto. Le dije que estábamos en camino, tengo el auto estacionado a una cuadra de aquí por lo que no deben sospechar.

—¿Por qué la buscaste acá? —pregunta Alec.

—Porque sabía que tarde o temprano caería en tus mierdas.

—Sebastián, no fue así —interfiero—. Tenemos que hablar, ¿sí?

—Es tu vida Francesca, no me debes explicaciones.

—Tú igual me diste explicaciones en su día, sabes a lo que me refiero, eres como mi hermano, Sebastián, hablemos por favor.

—Está bien, pero ahora vamos a tu piso.

—Puede ir sola, yo tengo que hablar contigo —dice Alec.

—En mis obligaciones ya no está tener que tolerar tu existencia.

—Por favor, Sebastián, hazlo por mí —interfiero y el blanquea los ojos.

—Tienes cinco minutos —le responde a Alec.

Le sonrío agradeciéndole y voy al ascensor para darles privacidad. Mi piso me espera.

—¿Dónde estabas? —Pregunta mi padre en cuanto se abren las puertas.

—En el lago albano —respondo con naturalidad.

—¿Qué hacías ahí? —pregunta mi madre.

Ante los ojos de Roma | [Roma #1]Where stories live. Discover now