Capítulo 29

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La ira es como el fuego; no se puede apagar sino al primer chispazo. Después es tarde —Giovanni Papini.

FRANCESCA

—Es raro que este sea tu lugar favorito del edificio, no vengo mucho al helipuerto —comenta Alec.

—Lo encontré una noche que quería pensar. No sabía que era un helipuerto, pensé que sólo era la azotea.

—Aquí nada es sobrio, Bichito, hasta mi baño es elegante.

—¿No te aburres de esto? —suspiro.

—¿De Los lujos? —pregunta extrañado—. Sinceramente crecí con ellos, no conozco otro modo de vivir.

—Yo si. Nunca he tenido necesidades, pero recuerdo ordeñar una vaca en la mañana, cuidar los cerdos e ir a buscar huevos frescos para desayunar, recuerdo estar acostada en el pasto sin preocupaciones, jugar ajedrez con mis padres, ver películas los domingos y que se corte el agua caliente mientras me ducho.

—Suena relajante —bromea.

—Suena bonito, Alec. Por lo menos para mí suena bonito, ya no tengo esos momentos...—suspiro.

—Si tuvieras la oportunidad, ¿volverías a tu antigua vida?

Lo pienso. —No lo creo, no ahora que...

—¿Que...? —pregunta intrigado.

—Ahora que te conozco, Alec —asumo—. Ahora que conozco a los chicos, no me siento capaz de vivir sin ustedes... sin ti.

—Podríamos irnos juntos —propone con naturalidad como si ya lo tuviese planeado.

—Sebastián me propuso la mismo —digo recordando cuando me lo dijo en el ascensor.

—Sebastián me tiene hasta los huevos —bromea blanqueando los ojos.

—Si lo conocieras como yo lo conozco, quizá lo entenderías...

—Algún día nos iremos lejos, tú, el pegote de tu hermano y yo.

Se me hace muy tierno ya le incluya a Sebastián en nuestros planes de pareja.

—Me alegra tenerte —confieso.

—Siempre me vas a tener y cuando huyamos lo haremos para siempre. No me importa que estés destinada a hacer algo que no quieres, viajaremos por el mundo, no volveremos. Vamos a hacer felices, Bichito —acaricia mi mejilla.

—Suena bonito —le sonrío.

—Suena real, no me imagino un futuro sin ti, no ahora.

—¿Y si te rompo el corazón, Alec? —pregunto con algo de duda.

Las palabras de Abramio han dado vueltas en mi cabeza.

—¿Por qué dices eso? —frunce el entrecejo.

—Porque puede pasar, Alec...

—No lo sé —contesta sinceramente—. No tengo respuesta para eso, pero supongo que sí lo haces intentaría repararlo y seguir a tu lado.

—¿Por qué?

—Porque te quiero, eres lo único real que tengo en años. Yo no romperé tu corazón —afirma con seguridad.

—No quiero que esto acabe, Alec —asumo.

—No se va a acabar, eres mi hilo rojo.

—¿Conoces la leyenda? —me burlo.

Ante los ojos de Roma | [Roma #1]Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora