Capítulo 34

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El primer amor es una pequeña locura y una gran curiosidad —George Bernard Shaw.

ALEC

Al entrar al piso de Carla miro para todos lados, no veo a nadie así que me dirijo a su habitación.

—No sabía que mi casa se había convertido en un hotel.

Me volteo con una sonrisa nerviosa —Señora Prada, ¿qué tal?, no la vi.

—¿Señora Prada? —bufa–. Por favor Alec deja de decirme así cada vez que vienes, que esté casada con un Prada no me quita ni mi nombre ni mi apellido, puedes decirme Alina.

—Está bien... Alina, ¿como estás?

—Bien, te preguntaría que tal estás tú, pero no me interesa y veo que estás ansioso por ver a mi hija —bromea en tono amigable—. Puedes pasar, bueno, ya pasaste... ¿Te quedas a almorzar?

—Me encantaría, ¿que hay de menú? —bromeo.

—Para ti y para Francesca una hoja de lechuga con una rodaja de tomate, los dos subieron de peso, deben dejar de comer comida basura.

—Se equivoca, yo aumenté mis músculos y Carla está mas... llena de amor —bromeo y ella ríe.

—¿Amor? —pregunta enarcando una ceja.

Caigo en cuenta de mi error. Nunca he dicho que amo a Carla, solo he dicho que estoy enamorado y que la quiero, la quiero mucho... Joder, si, la amo, pero no pienso decirlo. Ella aún no es capaz ni de decirme que me quiere, no me molesta, sé que soy una persona difícil de querer, pero eso no quita que me desanime un poco.

Igual, no le he dicho que la amo para ocultarlo porque me sienta avergonzado, no se lo he dicho para no abrumarla, no quiero que se sienta obligada y que me deje por ser un intenso o algo así. Espero que su madre no se lo diga...

—Tranquilo, Alec. Quita esa cara de terror que amar a mi hija no es un pecado.

—No la amo, la quiero mucho, aún no llegamos hasta ese punto —respondo nerviosamente.

—Sigue mintiendo y aparte de que te crecerá la nariz como a pinocho te quedarás sin lasaña.

—Ya sabía yo que no sería tan mala de darnos una hoja de lechuga.

—Si, pero olvídense de la segunda ración.

—No se preocupe, luego de almorzar acá iremos a almorzar al piso de Bruno —bromeo.

—Por lo menos vayan por la escalera —dice negando con una sonrisa, luego olfatea algo—. ¡Mierda, la lasaña!

Se va corriendo a la cocina dejándome ahí, supongo que nuestra conversación terminó. Hablar con los padres de Carla de vez en cuando es bueno y en otras ocasiones no tanto... no en el mal sentido, solo que a veces me pone a pensar en que se sentirá tener padres.

Me acerco a la habitación de Carla, escucho que habla algo, pero no distingo qué. Abro la puerta abruptamente con la intención de asustarla, adoro cuando se asusta y luego me insulta.

—¡¿Me extrañaste?! —grito en su dirección.

Carla está sentada en su cama mirando algo en su laptop, cuando escucha mi grito salta en la cama del susto.

Ante los ojos de Roma | [Roma #1]Where stories live. Discover now