Tomó la botella de agua, y regresó a la cama inflable. Se llevó una de las tabletas a la boca y dio un sorbo de agua. Cristian estaba en la entrada de la tienda, observándola de pies a cabeza. Cuando ella giró, en sus labios se dibujó una pequeña mueca que se convirtió en sonrisa después de unos segundos.

—¿Ahora sí podemos comer? Muero de hambre—dijo, una parte de lo que había dicho era verdad.

No había comido más que la ensalada de frutas del día anterior, pero, por otra parte, había algo de mentira y confusión, porque tenía un nudo en el estómago, sentía náuseas y no sabía explicar sus síntomas.

Era miedo, nerviosismo y un sinfín de síntomas más, todo se mezclaba. Pero rezaba por no tener un cuadro de ansiedad en el que se desmayara o sintiera que el corazón se le salía y no pudiese respirar. Esperaba que no sucediera en ese momento, sería terrible para aquellos momentos de su vida.

Aquello desencadenaría una serie de problemas, impidiendo que siguiera con su plan. Sin embargo, una parte de ella sabía que todo se estaba saliendo de control. No pensaba con claridad y sus sentimientos estaban a flote, inconexos.

Y aún a sabiendas de lo que estaba pasando, no estaba lista para asimilarlo. No, porque no le gustaría para nada la respuesta. Quería desecharlo constantemente, pero aquellos pensamientos poco a poco se adherían más a ella.

En aquella lucha constante, recordó a Freud, y a las obras completas que había leído de él y de su maravilloso trabajo. Y se dijo que, esta vez era su inconsciente tratando de hacerse consciente. Se trataba de ese deseo reprimido de querer estar con él, aunque desde el punto de vista moral, ético y sano, no era lo correcto. Justo en ese momento sintió odio, asco, rabia, enojo, tristeza y decepción, todo, por ella misma. Era un torbellino de emociones.

Se estaba convirtiendo en un monstruo, en algo peor de lo que era su secuestrador. Ella se había enamorado de él y no era capaz de asimilarlo. Pero estaba comenzando a creer en sus propias mentiras, a creer en su propio plan para salir con vida.

Sobre la manta que simulaba ser un tablero de ajedrez, Cristian había colocado sándwiches, botellas con agua y un par de manzanas. Se giró para ver a Sofía, estaba parada dos pasos delante de la entrada de la tienda. Tenía el semblante tenso y la mirada al cielo, pero era una mirada que denotaba indiferencia.

Cristian intentó rebuscar en sus pensamientos y sintió que entonces ella no quería estar con él. Sintió la sangre hervir y fluir con más rapidez. Así que, fue hacia ella, la tomó del brazo de forma violenta y lo apretó hasta contenerle el paso de sangre, volviéndolo morado en cuestión de segundos. Sofía soltó un grito ahogado y jadeó, se intentó zafar, pero entonces Cristian sin soltarle el brazo, con la otra mano la tomó del cuello, en un intento por ahogarla.

La presionaba con tal brutalidad, necesitaba descargar su furia ahí. Era lo único en lo que pensaba, mientras Sofía luchaba por respirar y se movía inquietantemente sin lograr librarse de aquellos brazos que la envolvían con tanta furia.

—Eres una niñita que se porta muy mal—dijo en un tono de burla y sarcasmo—Pero, no voy a dejarte ir hasta que pagues por no amar a Cristian como él te ama a ti. –dijo finalmente, y su mirada se llenó de odio y rabia.

A pocos centímetros de su rostro, Cristian se quedó viendo cómo los ojos de Sofía se llenaban de duda y asombro por lo que había dicho en ese instante. Entonces, una sonrisa maquiavélica se dibujó en su rostro, mientras apretaba con más intensidad el cuello de su víctima, pero no lo suficiente como para matarla. Después de unos segundos la soltó, la tomó del cabello y la llevó a jalones hacia la leña.

Ella gritaba que la soltara, que parara, pero él no la escuchaba, estaba inmerso en la furia. Una vez ahí, la empujó. Sofía cayó entre las ramas, lastimándose el brazo derecho con una de las astillas. Soltó un grito desgarrador mientras sus ojos se llenaban de lágrimas, veía brotar sangre de su brazo.

Intentó sacarse la astilla que la había perforado, pero Cristian se acercó con velocidad y de forma violenta apartó la astilla de un tirón, desgarrándola e incitando el fluir de la sangre, provocando un dolor inmenso en ella.

Sus lágrimas rodaban por sus mejillas como una fuerte lluvia que parecía no tener final, provenientes de aquellos enormes ojos cafés, que hoy solo se veían rojos e hinchados, con dolor y cansancio.

Ella gritaba de dolor y él disfrutaba verla sufrir, mantenía una terrible sonrisa gélida y una mirada llena de odio, que a Sofía se le clavaba como una cuchilla afilada. En un instante se puso de cuclillas junto a ella, y la tomó nuevamente del cabello, forzándola tanto que su cabeza se hizo hacia atrás.

—Todas son iguales, ¿por qué simplemente no puedes hacer las cosas bien? —Le espetó en un tono casi cordial, pero con la vista aun llena de rencor.

—No he hecho nada malo. ¡Ya estoy harta! Te trato bien, y tú sólo me gritas y me golpeas. Me entregué a ti incluso cuando me heriste. Y tú lo único que haces es comportarte como un completo idiota trastornado. De pronto estás bien y un segundo más tarde me terminas lastimando. ¿Quién te ha dicho que eso es amor? Estás a punto de egresar de la mejor facultad de Psicología y tal parece que no has aprendido nada.

Estaba gritando, su voz era rítmica, cada vez con más autoridad. Estaba furiosa, decepcionada y antes de que pudiese terminar de hablar, Cristian tiró con más fuerza de su cabello. Entonces comenzó a sollozar y se limitó a decir más.

—Eres una mentirosa. Yo te amo y te quiero conmigo para siempre, y si tengo que lastimarte, gritarte e incluso hacerte sangrar, lo haré, hasta que un día entiendas que mi amor por ti es tan fuerte, que haría cualquier cosa por ello—. Espetó de forma alterada, clavando los ojos en Sofía y tirando más de su cabello, en un intento porque ella entendiera y se grabara cada palabra que él había dicho.

Ella permaneció mirándolo petrificada, no comprendía por qué Cristian tenía una imagen distorsionada del amor y de la realidad. En ese momento deseó haberlo conocido un poco más, antes si quiera de haber aceptado ir con él para conocer "su lugar favorito". 

No confíesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora