5. Matar es cómodo y sencillo

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A una de sus víctimas la había asesinado una cuadra antes de que llegase a casa. Era un día lluvioso y el chico corría en el pavimento.

Cristian se había posado a un costado de un callejón oscuro y silencioso, cuando el chico pasaba a su lado, él lo había tomado de su chaqueta y de un tirón lo regresó al callejón en donde estaba, adueñándose de la oscuridad y de la lluvia potente. Sacó un cuchillo de los que usaba su padre y lo mutiló en las sombras. El chico trató de defenderse, pero no lo logró, la fuerza de Cristian era inimaginable. Se mantenía en forma y llevaba un entrenamiento estricto en casa, eso le permitía ser ágil.

El chico gritaba, pero no había nadie y la lluvia era fuerte, nadie saldría ni sospecharía de un asesinato en aquella fría noche.

Cuando la víctima se desangraba, Cristian limpió su cuchillo con el agua de lluvia y corrió entre las sombras, zigzagueando, desapareciendo totalmente y cuando pasó por un hospital clandestino de un barrio pobre, se apresuró a quitarse los guantes quirúrgicos que llevaba puestos y también la cinta que cubría de ellos, como asegurando que su piel no tocara el cuerpo.

Aquel día se había preocupado por alguna fibra de ropa o algún cabello cerca de la víctima, incrustado en el fervor de aquella carne recién fileteada para carnicería, pero se dijo que no.

Su ropa era de natación, constaba de una especie de sudadera y unos pantalones ajustados a su piel. Era una especie de ropa que no dejaba rastro a través de una masacre. Además, los zapatos deportivos que llevaba, eran nuevos, los había comprado en una tienda barata del centro y después se los había regalado a un indigente de la calle, pensando en que, por si alguna razón lo descubrían, simplemente la policía llegara a aquel vagabundo.

Pero no, la policía no atrapó a nadie, la lluvia se había llevado todos los rastros e incluso había arrasado con partes de aquella víctima mutilada que había horrorizado a aquellos vecinos por la mañana.

Su siguiente víctima había sido más fácil, lo había esperado en el aparcamiento que estaba afuera de su casa, era de noche y no había cámaras de seguridad, se había posado frente a él y le había disparado con un arma robada esa misma tarde por un empleado de una tienda de teléfonos de segunda mano.

El tipo ni siquiera se había dado cuenta de que Cristian la había metido en su chaqueta. Así que disparó justo a la cabeza y se fue de ahí. No hubo testigos y la policía no hizo bien su trabajo. Inculparon a muchas más personas, pero nunca a él. Se dijo a sí mismo que, sabía cómo sacarse bichos de encima, eso lo tenía bastante claro.

Días antes, él ni siquiera se planteaba la idea de salir con alguien de la facultad, y era la primera vez que sus compañeros lo veían tan cerca de una chica que estudiara ahí mismo. Nunca le habían conocido una relación con alguien más.

Parecía ser que nunca tenía tiempo de envolverse en relaciones sentimentales, o al menos eso era con lo que se excusaba de los demás. Y siempre creían en él. Cristian siempre era el centro de atención para temas positivos en su pequeño y aislado grupo de amigos.

No confíesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora