11. Impulso

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La facultad estaba llena de globos con corazones, olía a flores por doquier y a chocolate aquí y allá. Se acercaba San Valentín, era el mes del amor. Así que todos compraban rosas rojas para sus novias y rosas color rosa para sus amigas o para no verse tan intensos ante su conquista.

Eso a Sofía no le gustaba nada. Odiaba las cursilerías y las muestras de cariño de ese tipo y no únicamente por el mes. Creía que era una farsa y recordaba a Lacan y todas aquellas cosas que aprendía sobre psicoanálisis.

—El amor es un deseo constante, lo suplen por uno y por otro. No aman, se acostumbran y dependen de alguien más. Sus emociones cambian e influyen en la otra persona. Justo como yo me siento ahora con Cristian—. Movió la cabeza en negación—. Piensas tonterías la mayor parte del tiempo, Sofía—. Se dijo a sí misma en tono de regaño y frunciendo el entrecejo.

Se apresuró a bajar del auto aún con ese terrible olor a flores baratas. Odiaba tener que soportar que la escuela estuviera así en esos momentos. Algo la carcomía por dentro y le generaba ansiedad. Irradiaba el asco y el mal humor a cada paso. Solo esperaba con todo su corazón que a Cristian no se le ocurriera hacer nada parecido en estas fechas, con eso se daba por bien servida.

Aunque de un momento a otro pensó mejor las cosas y optó por no decirle nada de eso a Cristian, no quería parecer amargada o una persona rara y poco sensible, lo era, pero a su modo. Eso era lo que importaba. Después de todo era ella quien iba a analizarlo no viceversa. Quizá él lo intentaría, pero ella iba preparada para no abrirse a él y que así no pudiera saber con qué clase de Sofía trataba.

Cruzó la plaza de la escuela, pasaría a la biblioteca antes de toparse con Cristian en la cafetería o en algún lado, sabía que lo vería en algún momento y esta vez iba a enfrentarlo. Para ese entonces quería parecer normal y no nerviosa, porque no sabría cómo esconder sus manos sudorosas ni su cara de repentino miedo, que probablemente traería encima.

Tenía mil sensaciones y no sabía cómo empezar. Pero de alguna u otra forma terminaría haciéndolo.

Entró a la biblioteca y sintió frío, incluso más de lo normal, había poca gente y la encargada estaba inmersa en un libro de Edgar Allan Poe.

"De seguro estaba leyendo Los crímenes de la calle Morgue, y está analizando a Dupin—Sonrió para sus adentros—En estos momentos tengo que superarlo y ser más una especie de Sherlock Holmes—. Se dijo en sus pensamientos—. Más analítica, no mires, observa". Se ordenó.

—No hay pequeñas cosas, todo es grande para espíritus grandes. Así que cualquier movimiento, cualquier palabra, debes estar atenta—. Esto último lo dijo casi en un susurro.

Se reincorporó y entró al fondo de la biblioteca, cuando sus ojos se posaron a la mesa del fondo, sus piernas flaquearon, su cabeza dio vueltas, comenzó a ver lucecitas de colores.

Se agarró del borde de una de las mesas en un intento por mantener el equilibrio, pero sentía que no podía mover los pies, la biblioteca le daba vueltas y estaba experimentando una especie de vértigo, pero logró sostenerse.

Al fondo había una silueta, con el libro de "El psicoanalista" frente a él, era Cristian. Lo sabía, pero le daba ansiedad tener que acercarse y no saber si disculparse o salir corriendo.

Sofía era la persona más confundida. Sentía todo y después no sentía nada. Ni siquiera entendía qué era lo que estaba haciendo. Ese chico le gustaba, pero le provocaba miedo, aunque ella ya no sabía a qué le temía. Tomó valor y se acercó a él.

—Ese es un buen libro—le dijo tratando de notarse segura de sí. Ignorando totalmente que hace unos segundos había palidecido del susto.

—Sí que lo es, Sofía. Ya me contarás qué te ha parecido cuando tengas la oportunidad de salir de nuevo conmigo, aquella edición que te regalé debe lucir excelsa en tu estantería—. Dijo sonriendo y sin quitarle la vista de los ojos--. Supongo que has estado muy ocupada, y yo sólo quiero que me des la oportunidad de conocernos, creo que nos llevaríamos muy bien. Entiendo tus mecanismos de defensa ante el amor, pero créeme que no te vas a librar de mí fácilmente—Guiño el ojo y sonrió levemente.

No confíesWhere stories live. Discover now