14. Claro de luna

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Un segundo más tarde reparó en que él podía estar ahí, a su lado, escondido entre las sombras que se veían a su alrededor. Paseó su mirada y escrutó en cada espacio tratando de localizar sus ojos, pero fue inútil, no veía nada.

El miedo se apoderó de ella y se sintió indefensa. Un par de horas atrás tenía un plan y ella lo había echado todo por la borda. Las lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas. Todo lo había hecho mal, había dejado que Cristian la tomara fácilmente.

"¿Qué clase de psicoanalista se dejaría engañar?", pensó. Se sintió tonta.

Había leído tanto y había pasado horas aprendiéndose todo de arriba a abajo, para que a fin de cuentas no sirviera de nada.

—Soy buena en teoría, pero la práctica es diferente. Escribir y decir las cosas es tan fácil, pero analizar a un paciente y verte inmersa en una situación tan tenebrosa como esta, ni siquiera tiene comparación. Me he dejado arrastrar tan fácilmente por un psicópata. ¡Que estúpida! —Se recriminó a sí misma.

No sabía cuántos minutos o cuántas horas llevaba ahí, pero se dio cuenta de que había estado perdiendo el tiempo lamentándose, debía levantarse y buscar algo con que desatarse y después descubrir en dónde estaba, para luego huir o luchar.

—Haré lo primero que esté a mi alcance—dijo en un susurro que solo ella alcanzaba a discernir

Se deslizó como pudo al borde de donde estaba y se percató de que era una cama inflable, palpó el suelo y le pareció inestable, buscó algo a su alrededor, pero no había nada, entonces se deslizó hacia la luz que veía al fondo.

Había estado tanto tiempo llorando que no había reparado en el negro cielo con pocas estrellas, se asomó y vio que la luz provenía de una hermosa luna llena. Esa era su única luz, la luz de la noche, aquella que te permite jugar a las escondidas con mayor emoción que a la luz del sol.
"Quizá ese es el plan de Cristian". Pensó por un momento.

Salió arrastrándose de ahí, entre el pasto verde, pero que en ese momento sólo se sentía áspero y frío. Buscó como pudo una roca o la superficie de un árbol escamoso con que rasgar lo que la mantenía inmóvil.

Minutos más tarde logró romper la cinta con una piedra puntiaguda que estaba al borde de algo que parecía ser una cuenca rocosa o un desfiladero, pero no distinguía nada con claridad, así que se apresuró a romper la cinta de sus pies y se alejó de esa orilla que parecía peligrosa.

Su mente le decía ¡corre! ¡sal de aquí!, pero se detuvo a pensar que podía encontrarse a Cristian escondido entre los matorrales, todo era peligroso ahí, no sabía exactamente a dónde dirigirse.

Un instante más y un pensamiento la embargó, "tal vez eso es lo que Cristian quiere, que me quede aquí a sabiendas de que él está afuera, o quizá quiere que corra y entonces jugamos a las escondidas hasta que me encuentra, me viola y me mata. ¡No!, tengo que ser más astuta", se ordenó.

No confíesWhere stories live. Discover now