17. Un plan siniestro

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Sofía se quedó viéndolo y se dio cuenta de que Cristian realmente estaba enfermo, no sabía cómo diagnosticarlo, no era una experta, pero con esos cambios podría tener desde un trastorno bipolar, hasta esquizofrenia, No lo sabía, pero se dijo que tenía que averiguarlo y no podía ser poco a poco, no podía darse ese lujo. Podría morir allí si no se daba prisa.

Hoy era su momento, aquel en el que tenía que analizar a un paciente, diagnosticarlo y atenderlo, pero sin estar en un consultorio y sin que el paciente hubiese decidido ir por cuenta propia. Un escalofrío le corrió por todo el cuerpo.

"Tal vez esto no sólo requiera análisis, tal vez esto va más allá, yo no soy nada parecido a un psiquiatra ni mucho menos un detective de homicidios persiguiendo a psicópatas de manera sutil y casi perfecta. No, no lo soy". Dijo para sus adentros.

Ahora Cristian resultaba totalmente peligroso y lo sería aún más si ella tratara de huir de alguna u otra manera. Tenía que enfrentarlo y manejar la situación, aunque eso la hiciese parecer dócil, a su conveniencia.

—De acuerdo, Cristian. Me gustas, y tal vez no solo eso, sino que estoy enamorada de ti, Pero cuando a mí me gusta alguien automáticamente huyo.

Nunca he tenido un novio, las relaciones me dan miedo. Y todo aquello que pueda sentir por una persona, me atemoriza. No es que huya de ti por no quererte. La verdad es que me da miedo enamorarme y que luego te vayas.

Freud nos enseña que el amor es un deseo constante, y yo no quiero ser un deseo que luego puedas suplir por alguien más—. Su rostro se tornó triste, esperaba sonar convincente. No sabía si funcionaría, pero aun así lo intentó un poco más. –Y justo cuando creo que puedo dar un paso contigo, me engañas y me traes aquí, me tratas mal y ahora no entiendo por qué lo haces. ¿Es que acaso no me amas? —Buscó la mirada de Cristian, intentando llegar a él.

Tenía que doblegarlo, hacerle creer que todo estaba a su favor. Volver a la ciudad y escapar, ponerse a salvo.

A Cristian le daba vueltas la cabeza, no sabía si era posible aquello que le estaba pasando. Una parte de él le decía que la soltara y la besara, otra parte quería vengarse, hacerla sufrir por no haberle hecho caso en la primera semana, aquellas veces que ella la había ignorado.

Un sentimiento de amor lo embargó, los ojos le brillaron, y se posaron en la mirada triste de Sofi.

–Sí te amo, siempre te he amado. No tienes que tener miedo, yo siempre te amaré—los ojos se le llenaron de lágrimas y entonces la abrazó.

Ella accedió, pero en el fondo tenía miedo y las manos le temblaban y sudaban sin parar. De pronto Cristian la empujó contra un árbol que estaba a unos pasos, sacó un cuchillo de su chaqueta y lo acercó a los enormes ojos cafés de Sofía.

—¿Crees que vas a engañarme tan fácil? —dijo Cristian con una mirada de furia, la sangre le hervía por dentro.

Ya no era él, era el otro Cristian apoderándose nuevamente de su mente y de su cuerpo. El mal encarnado en él mismo en representación de todo aquello que deseaba hacer, que no era más que hacer sufrir, matar y disfrutar de cada gota de sangre que tuviera frente a él.

–Quieres huir, vas a dejarme, así son todas, siempre terminan alejándose de mí. Aun cuando lo único que hago es amarlas. ¿Es que no lo entiendes? ¡Entiéndelo de una maldita vez! —Esto último lo había gritado. Las venas de la frente resplandecían y tenía la cara roja de rabia. Sofía no sabía a qué se estaba enfrentando, pero se quedó estupefacta y totalmente atemorizada pegada al árbol, con los ojos llorosos.

–Pero es que no voy a irme a ningún lado. Haré lo que tú me digas. —Su voz cada vez era más débil, se sentía perdida y sólo quería que Cristian cediera, pero eso estaba resultando más complicado de lo que se había imaginado hace un par de minutos.

No confíesWhere stories live. Discover now