17. Un plan siniestro

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Cristian se encogió de hombros y su mirada se llenó de tranquilidad. Sofía no comprendía cómo su carácter era tan volátil, y por un momento pensó en que tal vez Cristian oía voces, y por eso su cambio era tan repentino o quizá era trastorno de personalidad múltiple.

Deseó ser psicóloga egresada y tener los conocimientos adecuados para saberlo todo, pero no era así.

No era más que una principiante, alguien nueva en la facultad, una chica que no sabía a qué se enfrentaba y lo estaba aprendiendo de una manera poco agradable, era algo peligroso y no sabía si saldría con vida de ello.

Sin embargo, tenía que seguir analizando sus síntomas, observarlo de cerca y entenderlo para saber qué hacer. A fin de cuentas, estaba ahí, sola con él. Y no estaba lista para morir.

—No se me hace una mala idea estar aquí contigo. Si eso quieres, aquí nos quedamos—. Caminó lentamente acercándose a él—. Solo dame la oportunidad de quererte, no me apartes de ti. Quédate conmigo.

Estaba suficientemente cerca de él, con los hombros caídos y una mirada que sólo rebuscaba compasión en los otros ojos, en los cuales se veía reflejada. De pronto sintió un golpe y un ardor terrible se propagó en su rostro, y en un segundo se halló tirada en el suelo, Cristian la había apartado de una bofetada. Se acercó y la jaló del cabello.

Posó el cuchillo frente a ella, deslizó la punta más filosa desde sus parpados hasta el cuello, bajándolo lenta y punzantemente hacia sus costillas. Una vez ahí, presionó un poco, lo suficiente para hacer brotar la sangre inmediatamente. Sofía dio un grito ahogado.

—Para, por favor—gritó,

Pero eso sólo provocó que Cristian se sintiera más excitado por verla suplicar y por la sangre que comenzó a manchar su camiseta, que antes solía ser beige y ahora había tomado un tono rojo oscuro que cada vez se hacía potencialmente más grande. Fijó su mirada de nuevo en los ojos de Sofía, y acercó el cuchillo con más precisión que la anterior.

—Podría desfigurar tu rostro ahora mismo y acabar con tu belleza si no sigues mis instrucciones al pie de la letra, pequeña Sofi. Por el momento solo he querido que sientas el frío del cuchillo y también lo filoso que puede llegar a ser. Pero si no haces lo que yo diga, entonces olvídate de esa cara bonita. ¿Estamos de acuerdo? –Una sonrisa maquiavélica se le dibujó en los labios. —Este es mi lugar favorito, te traje aquí porque te amo, pero tú no lo entiendes y es mi deber hacer que comprendas que mi amor por ti es tan grande que hoy te quiero solo para que mis ojos se deleiten contigo. Pero si me fallas, haré que te arrepientas incluso de haber pisado la facultad de psicología, tu gran sueño. Incluso puede que te arrepientas de haber nacido. —Su voz era cálida, pero sus palabras eran más frías que un tempano de hielo.

Sofía se estremeció, mientras la mirada de Cristian le penetraba hasta el alma. Él movía la cabeza como una serpiente al acecho, y su mirada era oscura y siniestra detrás de esos ojos color miel, que por alguna estúpida razón le seguían pareciendo atractivos. Odiaba tanto ese sentimiento, pero no podía sacárselo de encima.

—Sí, ya te dije que haré lo que tú me digas. Yo sólo quiero estar contigo, no voy a irme a ningún lado en donde tú no estés. —Dijo Sofía tratando de sonar convincente.

Se acercó a él como si fuese un bebé y rozó su mejilla como pidiendo compasión. En realidad, no sabía de dónde sacaba el valor para hacer este tipo de cosas, pero creyó que en otra vida debió ser actriz. A veces incluso ella parecía tan impasible, hacía cualquier cosa porque él le creyese y esperaba que, en algún momento del día, terminara por creerle, si es que ella no se volvía loca antes.

Si él era un enfermo mental, lo que tenía que hacer para vivir era seguir su juego. En ese campo, luchar era comportarse dócilmente, no golpear o salir corriendo como una loca desquiciada. Además, sería una completa estupidez, estaba en medio de un bosque que ella no conocía y él sí. Esa era su primera desventaja.

No confíesWhere stories live. Discover now