9. Malas decisiones

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Su antigua novia se había ido y él no lo había aceptado. Recordó aquellas veces que la jaloneó en áreas públicas o incluso cuando la golpeó, y ella solo se ponía a llorar. Él intentaba demostrarle que lo hacía porque la amaba y porque se preocupaba por ella, pero simplemente Melissa jamás lo entendió.

Movió la cabeza de un lado a otro con los ojos cerrados y visualizó a Sofía frente a él cuando estuvieron en la cafetería.

"Ella es mejor que Melissa. Ella sí entenderá mi amor y mi sentido del arte. Somos iguales, pero Sofi aún no lo sabe". Se dijo.

Después de estar meses con esa sensación de desesperación e impotencia, sin encontrar a nadie que supliera el lugar que había quedado vacío, había llegado Sofía, ahora ella era su propósito para vivir o morir.

Se dijo a sí mismo que tenía que encontrar la manera de persuadirla, ella parecía bastante atenta al comportamiento, le gustaba analizar a las personas y así lograr conocerlas hasta llegar al fondo de sus intenciones. Y él sabía fingir, mentir, manipular y lograr que todos le creyesen cualquier cosa si se lo proponía. Tenía la capacidad de engañar incluso a la policía y a esos detectives que repentinamente se le acercaron un par de veces para hacerle preguntas. Los había visto marcharse satisfechos con su testificación.

"La vida es tan fácil y tan sencilla si la sabes manipular". Pensó. Ese era su don, sonrió para sí.

Un escalofrío lo embargó y le recorrió por todo el cuerpo, sentía que la sangre le hervía y lo agradecía. Se sentía vivo de nuevo, ahora Sofía era su objetivo, tenía que estar con ella. Reflejaba la parte importante, a ella no quería matarla como a Melissa. A ella la quería para domesticarla y tenerla bajo control, enganchada a él por siempre.

Cuando Sofía llegó al departamento tenía la sensación de que Cristian la había visto en la escuela, ella no a él, pero siempre sentía su mirada, no le daba miedo, pero se sentía avergonzada por comportarse como una niñita inmadura.

Sin embargo, no sabía por qué él aún no se le había acercado en la Facultad para preguntarle por qué no le respondía los mensajes o para hablar con ella. Incluso había dejado de ser insistente, ya no habían llamadas en los últimos días. Solo había insistido un día y al siguiente, después era como si se hubiese olvidado de ella. Pero no, ahí estaba, comportándose con prudencia, como cualquiera psicólogo de su semestre.

Parecía tan intelectual, que aún no podía creer el numerito que había armado en la Facultad sólo por un chisme de gente que ni siquiera se consideraban sus amigos. Aunque, por un momento se sintió tranquila, tal vez todo había sido un rumor y en realidad Cristian era una persona común.

Quizá las personas que le dijeron eso se habían proyectado, o peor aún, le tenían envidia porque el chico más guapo se había fijado en ella. Sonrió y los ojos le brillaron por un momento.

Se lo pensó mejor y se le ocurrió que si Cristian se acercaba a hablarle, ella aceptaría nuevamente. Cabía la posibilidad de que él fuera una persona sana, si no, la habría acosado o agredido algún día de la semana, pero no había sido así. Él simplemente le había dado su espacio, entonces se sintió bastante segura de que solo había sido una semana ridícula, y su comportamiento había sido lo peor de todo.

Estaba decidida a no huir más de las personas, tenía que conocerlas ella misma y tener su opinión. Estudiaba mucho, sabía muchas cosas y se sentía capaz de analizar ciertos comportamientos y ese lenguaje corporal, el tono de voz y muchas cosas más. Llevaba un par de años leyendo, no era una experta, pero al menos sabría defenderse de algún enfermo y lo detectaría. Y, hasta el momento no había detectado en Cristian nada fuera de lo normal.

Se obligó a pensar que era ella la que había entrado en un cuadro de ansiedad, y así dejar de culpar a los demás por sus erres, después de todo ella era quien había creído aquel rumor y nadie la había obligado a hacerlo, así que se deshizo de aquellos pensamientos y se dijo que arreglaría las cosas al día siguiente. Como si pudiesen comunicarse telepáticamente, el teléfono sonó, y era un mensaje de Cristian.

Hola, Sofía. No sé qué ha pasado ni por qué te alejaste sin decir más. Tal vez estás ocupada, pero quisiera arreglar esto. Me siento muy mal por ello, espero que podamos hablar arreglar las cosas. Y disculpa si este mensaje te ha causado molestias.

Cristian.

El corazón comenzó a latir a mil por hora, tenía una sensación de incertidumbre, miedo y emoción a la vez. No sabía por qué Cristian la hacía sentirse así, eso la confundía. Sentía muchas cosas por él y eso complicaba todo, pero se decidió a responder.

Hola, Cristian, espero hablar contigo mañana.

Sofi

No sabía si estaba haciendo lo correcto, pero sabía que mañana posiblemente lo descubriría. Mañana estaría atenta a todo lo que hiciera Cristian, sus movimientos, sus palabras, el sonido de su voz, su gesticulación. No quería hacer conjeturas por ahora, mañana sería el día. Por ahora solo quería disculparse por su comportamiento, pero eso no significaba que no estaría al tanto de él. Lo haría.

Ella estaba dispuesta a analizarlo quizá sin que él lo notara, al menos eso esperaba. Tal vez era un buen chico o tal vez no, si no lo era quizá podía ayudarlo. Lo pensó sólo por un momento y lo desechó como si no quisiera pensar en cosas negativas de nuevo.

Se dio la vuelta y se dirigió a su habitación, encendió el ordenador, puso música y tomó una de sus libretas de análisis sin usar, la abrió y escribió en letras grandes "Paciente". Se dedicó completa y enteramente a realizar una lista detallada con todas las características que podría tener una persona violenta, agresiva y obsesiva.

También anotó sus consecuencias, abrió libros de psicología y criminología, uno tras otro, su cama se llenó de libros subrayados y post it pegados por doquier, su ordenador se llenó de búsquedas sobre trastornos mentales, la diferencia entre psicópatas y sociópatas, se memorizó todo de inicio a fin.

Anotaba todo, quería estar preparada para lo peor, si Cristian era el chico malo, ella también tendría una buena jugada, pensó. Sonrió porque al menos ahora tenía un plan para conocer a su posible paciente.

Estaba a punto de amanecer cuando Sofía vio la hora, eran las cinco de la mañana y ella permanecía en la cama en una posición que su espalda le recordaría en unas horas con un fuerte dolor y punzones.

Estaba rodeada por una gran pila de libros. No sabía cómo, pero había recabado más información que nunca. Ese era su don, ella lo sabía, podía memorizar todo lo que leía, era una especie de memoria fotográfica.

Recordó aquella vez en el colegio cuando tuvo un problema con una profesora que le había dicho que su exposición estaba mal solo por haber expuesto todo tal cual venía en el libro. Ella se había excusado diciendo que así lo había entendido, no era que lo memorizara sin entenderlo, simplemente las palabras quedaban grabadas tan perfectamente en su mente, que a la profesora se le dificultaba comprenderlo.

La habían hecho exponer por segunda vez. Tiempo después, aquella profesora terminó comprendiendo las habilidades de Sofía. Sonrió para sí.

—La vida acomoda y hace triunfar a quien lo merece—Dijo en voz alta, imaginando el rostro de su profesora.

El tiempo había transcurrido demasiado rápido, mientras se sumergía en teorías, conceptos nuevos y un sinfín de información para analizar a su paciente. Ahora tenía que dormir un par de horas, aprovechando que su primera clase era a las diez de la mañana.

—Tiempo suficiente para descansar –Dijo casi en un susurro.

Hizo a un lado los libros, colocándolos como pudo a un costado de la base de la cama. Pensó en que no se ensuciarían porque la alfombra estaba limpia, los dejó ahí y se acomodó para dormir.

En un par de horas la esperaba un día lleno de emoción.

No confíesWhere stories live. Discover now