7. Rumores que perturban

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—Me agrada que seas tan atento, ¿sabes? —sonrió y agachó la mirada —gracias por el libro. Te veo saliendo de clases, ¿vale? —se giró y se fue a su salón con el libro en mano, los ojos brillantes y una sonrisa reluciente.

Cristian asintió con la cabeza, sonriente, satisfecho de que una nimiedad como aquel libro la hubiese emocionado tanto. Le gustaba hacer que Sofía se sintiese segura, querida. Así se ganaría su confianza y no sería tan complicado llevarla a donde sea e incluso moldearla a su antojo. Ella aceptaría cualquier cosa que le dijera, tan solo tenía que hacer que lo amara y después ella accedería a todo, por amor y sumisión. Fácil, pensó.

"Es una niñita fácil de predecir". Dijo para sus adentros.

Sofía caminaba ensimismada en la imagen de Cristian y con la cabeza dándole vueltas, se mantenía en una constante emoción que no podía controlar, y realmente no quería hacerlo. Le gustaba aquello que estaba experimentando.

"Qué buen chico"—. Se dijo y sonrió. Estaba emocionada.

Tomó asiento en una de las bancas que estaban vacías, e hizo un esfuerzo por concentrarse en la clase. El inexorable paso del tiempo dio cabida a que tomara apuntes y se viera inmersa en la explicación del psicoanalista que estaba frente a ella.

Aquella era una de sus clases favoritas, el hombre era impecable, daba su clase con amor y pasión hacía todo aquello que sabía. Era bastante sencillo prestarle atención, incluso enamorarse de sus gestos, su manera de hablar y de cómo enfatizaba cada cosa.

Ella aprendía muchas cosas con él. Se sentía a gusto ahí. Participaba con frecuencia y era buena en esa y en otras clases.

Cuando hubo terminado todas sus clases del día, Andrea y Mateo se acercaron a ella.

—Eh, picarona, por eso no quisiste ir a comer con nosotros ayer, ¿verdad? —dijo Andrea con una sonrisita sarcástica—Pues, te estas metiendo en un gran lío.

—¿De qué hablan? —dijo Sofi, confundida, pero en el fondo a sabiendas de que cualquiera pudo verlos ayer.

—Bueno, te vimos ayer mientras te ibas muy sonriente con el chico guapo de la escuela, quien por cierto no tiene nada de popular en el buen sentido, hemos escuchado que es misterioso, y que está metido en cosas raras—espetó Andrea entornando los ojos.

—Sabemos por cuenta de los alumnos de otros semestres que, Cristian golpeaba a su anterior novia, la manipulaba. Era o es un psicópata de primera, y la acosaba después de haber terminado la relación porque ella se rehusaba a volver con él, incluso la chica tuvo que hacer una denuncia, pero lo único que logró fue una orden de alejamiento. Ahora la chica está en otro país con su familia, él tuvo el poder de alejarlos de aquí, de destruirle la vida y de quitarle todo, lo poco o mucho que tenía—. Dijo Mateo con tristeza en cada una de sus palabras.

—Sí, pero Cristian quedó intacto, siempre haciéndose la víctima, y la verdad es que, no le queda en lo más mínimo. Tiene la capacidad precisa de lograr lo que se propone, y está enfermo. Ni siquiera debería estar aquí como estudiante a punto de graduarse. Deberías alejarte de él—. Espetó Andrea con una revolución de ira, enojo y miedo a la vez.

Sofía se mantuvo petrificada ante todo aquello que le habían dicho sus compañeros de clase. En ese momento no sabía qué pensar ni qué decir o cómo actuar. Su cabeza daba vueltas, sintió un repentino mareo y comenzó a ver lucecitas frente a ella, la vista se le nubló por un instante. Cerró los ojos y luego los abrió tratando de mantenerse en pie.

—¿Estás bien? —Preguntó Mateo mientras la tomaba del brazo.

Creía que Sofía se desmayaría en algún momento. Su rostro se transformó a pálido y sus ojos se veían llorosos. Estaba asustada.

No confíesWhere stories live. Discover now