6. No abras puertas que no conoces

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Se estremeció por el beso, le sonrió y asintió mientras se subía al auto. Antes de que arrancara el motor Cristian tocó la ventana con los nudillos, y ella la bajo de inmediato.

—¿Me prestas tu móvil? —le dijo Cristian extendiendo la mano, mientras sonreía cálidamente.

Sofía se quedó inmersa, observando aquel rostro iluminado por la luz de las farolas de la calle. Por un segundo se sintió estúpida, y de inmediato se reincorporó a buscar el móvil. Cuando lo encontró lo puso en sus manos sin decir una sola palabra.

Ella sabía exactamente lo que haría, le había pasado antes con otros chicos astutos a los que ella había dejado de hablar después de unos días. Pero, con Cristian no había problema, anhelaba que le hablase.

Él registró el número y se hizo una llamada desde el teléfono de Sofía.

—Listo. Así los dos estaremos en contacto—dijo sonriendo. Mientras le devolvía el móvil. Le dio dos golpecitos al auto y se hizo hacía atrás.

Sofía se quedó pensando que había sido muy astuto, se comenzó a reír y arrancó el motor dejando a Cristian atrás. Aceleró como sólo la noche se lo permitía.

"Adiós, autos. A un lado, policía de tránsito. Bueno, al menos por ahora", dijo, con una sonrisita en los labios.

Todos están ocupados haciendo quién sabe qué. Encendió el estéreo y cruzó toda la ciudad deprisa, bajó las ventanillas y se llenó con el aire frío de la noche que le calaban hasta los huesos.

La noche había refrescado, pero ella pensaba que sentir era bueno, aunque fuera frío. Eso la hacía sentir viva e incluso olvidarse de cualquier cosa que no la hiciera sentir bien.

El aire le evocaba paz y tranquilidad. Así se liberaba de aquella ansiedad que la carcomía de vez en cuando y que tanto odiaba. Aún no sabía controlarse, sin embargo, esperaba algún día poder hacerlo en su totalidad.

La mirada de Cristian se perdió con las luces traseras del auto, hasta desaparecer. Miró su teléfono y sonrió para sí. Qué fácil estaba resultando todo, pensó. Se reincorporó y caminó hacia el otro lado de donde estaba la parada de autobuses. Caminaría tres cuadras más, ahí rentaba un departamento con la identidad de Miguel, una identidad que había creado un par de meses atrás.

Él era un personaje tranquilo y bondadoso que ayudaba a sus vecinos cuando lo necesitaban. Se hacía pasar con los inquilinos por un estudiante de Mercadotecnia y como trabajador de medio tiempo en una central de abastos. Así que se dirigió allí. Nadie de su facultad conocía su casa.

Él a diferencia de Sofía, nunca era rutinario. Su vida era planificada constantemente. Cambia rutas, calles, identidades y casas diferentes. Cuando terminaba de servirle una identidad, quemaba los papeles y creaba otras. Tenía todo perfectamente calculado. Así que se apresuró a llegar a su departamento.

Todo el camino se mantuvo absorto en sus pensamientos, imaginando lo que haría con Sofía. Creando y deshaciendo imágenes en su cabeza. Se dijo que, en cuanto llegara a casa, crearía el mejor plan jamás antes visto. Esta vez nadie huiría de él. Haría todo con cautela para reaccionar antes de cualquier situación venidera. No permitiría que le pasara lo mismo de hace unos meses.

"Los errores se aprenden de una manera poco agradable, pero te enseñan que debes hacer daño antes de que alguien más lo intente contigo. Justicia anticipada". Se dijo a sí mismo.

Y entró a su departamento.

Mientras el viento le desacomodaba el cabello, Sofi no podía creer cómo había aceptado salir con un chico después de rechazar a medio mundo por doquier. No le parecía adecuado que al primer hola y la primera sonrisa cayera rendida a aceptar una salida, pero lo hizo, ahí estuvo.

No confíesWhere stories live. Discover now