Accidente #20: Las cinco caras rojas

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Una tenue bruma ocultaba tras ella una planicie que se alzaba como una montaña, una islita sobre aquel abismo, dicho islote estaba compuesto por un pasto perfectamente cortado y brillante con un color verde puro del cual nacían flores en combinaciones de colores vivaces en espiral; en el centro se encontraba una choza de madera oscura y paredes blancas que se hallaba iluminada por una serie de lámparas de papel que a su vez rodeaban el islote; en el centro había un pozo que no paraba de humera mientras una cadena unida a una polea residía sobre este mismo pozo cubierto por los laterales por ladrillos rojizos fijados con concreto blanco; y alrededor de dicho pozo, se alzaban cúmulos de objetos metálicos de distintos colores, piezas oxidadas de las cuales resaltaban cinco figuras que eran colocadas en vitrinas por separado en lo alto de los montículos.

Nyron dudó; pero eso no le detuvo y siguió el camino hasta la islita, incluso cuando sus piernas temblaban por el miedo a caer al vacío. En los adentros de aquel lugar, solo se limitó a caminar de manera temerosa hasta el pozo mientras sus ojos eran robados por el reluciente aspecto de las cinco figuras: una espada, una oz, una lanza, un casco, y un collar; cada figura con grabados diferentes que eran insignificantes para el chico por su falta de conocimiento. Pasó su mano sobre el humo que se escapaba del pozo, cosa que le hizo sentir una suave brisa de manera sorpresiva, era algo familiar para él. Pero esa paz sería perturbada por un grito proveniente de la cabaña enfrente de él.

—No te atrevas a robarme, mocoso— una voz ronca y cansada resonó con molestia

De la cabaña salió disparado un martillo que atravesó por completo el patio y buscó encajarse en el rostro del pelirrojo en cuestión; pero este mismo agachó la cabeza con todo el cuerpo con la piel de gallina, llegando a sentir solamente un viento suave soplar por los revueltos cabellos que no se le acomodaban por falta de gel.

—No te preocupes ¡Lo tengo! — tras el chico, una voz chillona resulto peligrosamente cerca de su cuello

El rojito ya no pudo reaccionar ante una mordida atroz que cierto hurón de color rojo le propinó en el costado derecho de su cuello. Misma acción que hizo exaltar al chico y hacerle tomar a su maestro entre manos tratando de retirarlo de su carne, todo mientras se hallaba corriendo de lado a lado hasta chocar con un montículo de chatarra atrás de él y con gradualmente introduciéndose a este con una caída que le hizo escuchar un gran número de campanas y sentir pinchazos en su espalda entera.

Tras los quejidos fuertes del pelirrojo, una figura alta con un canoso cabello que le se alzaba con una cresta y decrecía con una trenza en su parte posterior salió de la cabaña y buscó con la mirada a su nueva visita. Cuando Nyron lo vio, tragó saliva por lo imponente que resultaba ser la persona que había atentado contra su rostro. Era un hombre de piel morena y áspera; con un rostro estoico de ojos cafés brillantes bajo unos lentes pequeños para su rostro; unas cicatrices de quemadura en una parte de su cuello y ojo izquierdo; una barba de candado cortada a medida; vistiendo un delantal blanco lleno de manchas negras, guantes de forjador desgastados, botas negras de hule, y una desgastada playera de manga larga arremangada. Sus brazos y figura daban la impresión de un gran físico, siendo meramente más intimidante para el joven chico que ahogó un chillido de miedo al intentar gatear de espaldas para escaparse de quien ahora lo trataría como intruso.

—Levántate, mocoso

Nyron tragó saliva de una manera muy agresiva mientras contemplaba el ceño fruncido de aquel que le quiso arrancar la cabeza con un martillo. En su cabeza ya estaban circulado todas las distintas formas de disculparse posibles ante aquella situación, más que nada porque aún podía sentir sobre su cabeza el frío de haber esquivado por los pelos un martillo de gran tamaño.

El maestro del rey del mundo (En edición)Where stories live. Discover now