Accidente #29: El recuerdo de un invierno distante

25 4 4
                                    


En alguna parte de Japón [Invierno, hace 11 años]


Un medio de una tormenta de nieve atroz, una tempestad arrastraba con las hojas mientras que las congeladas brisas del clima de invierno arrastraban el fino color verde de las plantas y las engullía en un blanco perpetuo.

El escenario era un fino bosque de pinos gigantescos cuyas hojas eran cubiertas casi por completo por el blanco uniforme del invierno. Un páramo inerte y hostil del cual ni las plantas mismas eran capaces de sobrevivir. Una capa de más de 8 cm cubría un suelo traicionero de depresiones forestales en donde debían concentrarse arroyos cristalinos en los hermosos días de la primavera. Sin embargo, en aquel infierno invernal, caminaba una corta figura que con pasos vacilantes lograba hacerse con un camino mientras se apoyaba en lo que parecía una amplia rama que abarcaba aproximadamente su altura.

Dicha figura cubierta en sábanas cafés camino en línea recta por aquel paramo impoluto en contra de las brisas invernales que frenaban su caminar, dejando atrás líneas que marcaban su camino por aquella fina capa de nieve debido a que sus piernas no podían ser elevadas por la sensación de entumecimiento que le proporcionaba el ambiente, aferrándose con unas pequeñas y azuladas manos por la falta de calor a aquel bastón, dejando ver como la punta de sus dedos estaban ya cuarteados de la epidermis por el frio extremo.

Su camino no tuvo ningún freno a lo largo de su recorrido en el cual la tormenta llevaba no minutos, sino horas azotando a la pequeña figura cuyo bastón empezaba a ser cubierto desde su agarre por la sangre de sus lastimados dedos. Pero su determinación venía de una singular meta, una sencilla de decir: quería encontrarlos... Una meta que le traía suma fuerza para sobrepasar sus límites incluso si eso destruía su cuerpo, todo con la promesa de su cabeza de que en cuanto llegara a su destino, él ya podría descansar en paz.

Su camino se tornó oscuro en cuanto la tenue luz gris del cielo obstruido por la tormenta de nieve desapareció, tornando su caminar incierto en una vereda en la cual ahora se enfrentaba una amplía subida de nueve de la cual el camino bajo sus pies le permitía reconocer como las raíces de los árboles permanecían intactas bajo la capa de nieve. resbalándose de forma continua por el desprendimiento de la nieve y tierra a sus pies, aferrando sus fuerzas restantes a mantenerse sobre el bastón que sostenía su cuerpo a duras penas. Pero dicho camino se tornó en un Calvario aún peor en cuanto unas extrañas pero audibles vibraciones empezaron a dar de lleno en el suelo y luego a su cuerpo, destruyendo sus sentidos casi por completo y haciéndole rendir en la nieve en una posición de rodillas como si evitase caer sobre algo por un amplio instante en el cual la nieve logró cubrir y enterrar su rostro y extremidades en la fría nieve. Una vibración que hacía que sus oídos dejaran de escuchar las corrientes de viento de la tormenta, dejándolo oír un uniforme pitido en sus oídos que de poco en poco hicieron que su propio cerebro empezara a punzarle con fiereza.

Estuvo en el suelo minutos enteros, todo eso hasta que fuera de todo pronóstico en cuanto una leve vibración en su pecho y estomagó le hizo volver en sí, logrando aferrarse una vez más de su bastón mientras volvía a ponerse de pie, continuando con su camino por aquel paramo incluso con aquella vibración destruyendo su conciencia misma. Y así continuó hasta dejar de sentir sus piernas, en cuanto sus pensamientos se tornaron nulos y su cuerpo en automático solo reconocía la simple orden de seguir avanzando en contra de todo pronóstico. Algo que encontró frutos en cuanto logró llegar a duras penas en una depresión del bosque blanco a un punto en el cual era visible un rio congelado que era curiosamente ignorado por la nieve de la tormenta, quedando a plena vista.

El maestro del rey del mundo (En edición)Where stories live. Discover now