Accidente #30: El nacimiento del pecado del orgullo

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Jardín del ciervo blanco, Japón [Hace 10 años]

Los niños fueron acompañados por diez cuidadores hasta sus dormitorios, todos vigilantes del ambiente por la reciente alerta que se había emitido. Todo mientras algunos otros empacaban diversos tipos de documentos y materiales de laboratorio en cajas de contención que eventualmente se llevaban hasta las puertas rojas a las afueras del templo donde se perdían en la espesura del bosque blanco que les rodeaba. Pero nada de eso fue relevante para esos niños, lo único vital para ellos era mantener esos sentimientos de unidad con los cuales reconfortar a su hermana cuyo origen sería una pregunta muy clara para su padre, ¿cuál es el origen de su hermana realmente?

No obstante, ante el mar de emociones que los niños sufrieron, estos se mostraron completamente agotados, compartiendo un desgaste mutuo que solo les condujo a sus cuidadores a dirigirlos a sus respectivos cuartos hasta nuevo aviso. Todo siendo un plan idóneo para que estos mismos no agobiaran con preguntas a sus respectivos cuidadores. Fue así como cada niño fue arropado en su debido cuarto mientras las cosas seguían moviéndose por fuera de los dormitorios.

Las maletas de contención de poco en poco había vaciado casi por completo el segundo piso del edificio principal del templo mientras algunos de los científicos que representaban parte del 25% de estos, desertaba con una debida carta en el escritorio de un pasivo Wrath que solo se resignaba a aceptar las voluntades de aquellos que decidían apartarse de él y su organización. En dicha habitación no estaba solo, sino que lo acompañaban a los lados de su oficina, el resto de las jóvenes dagas reclutadas por Yukio y también el firme Hokori a su lado derecho. Cada uno de ellos expectante por alguna movida en contra de su líder al saber lo que esa reunión de negocios había significado, eso había sido una declaración de guerra para un monarca cuyos caprichos podían conllevar repercusiones severas ante aquellos que no se sometían hacía él.

Fue así como tras un último miembro que renunciaba a la organización, que la habitación quedó únicamente con las presencias de aquellos con la cabellera blanca y ojos zafiro.


—Ese fue el último, mi señor— mencionó Hokori solo para después emitir un suspiro lleno de alivio —El señor Lawless y Yukio vigilan la extracción de los recursos, sin mencionar que vigilan con cuidado que no realicen actos sospechosos


—Bien, bien... Por fin este martirio esta por acabarse— el anciano Wrath habló con calma sin evitar sonreír con amplitud —Gracias a todos por sus servicios... Con esto, nuestra familia estará a salvo de intereses egoístas e inhumanos, hay mucha gratitud en mi que no puedo expresar en palabras— el anciano trató de levantarse para hacerles una debida reverencia a sus dagas, siendo detenido por aquel pequeño de sombrero amplio con la nota pegada a su espalda


—No necesita hacer ese tipo de gestos, al menos a nosotros no— el pequeño habló con un tono propio digno de un adulto mientras se retiraba su sombrero y lo colocaba en su pecho en señal de respeto —Usted nos dio nombres y vidas nuevas... Nos aceptó en su templo sin pedir nada más que nuestras habilidades, y aunque fuesen para actos poco morales como el asesinato... Realmente no me arrepiento por mi parte si fueron por motivos justos como los que sostiene en su templo


—Los inocentes son intocables, son almas nobles que no deben ser castigadas por nuestra mano— esta vez habló aquel hombre de sonrisa jovial y tez morena


—Aquellos que merezcan nuestra visita, serán almas podridas cuyos crímenes absorberemos sin más cuidado por el bien de los débiles— esta vez fue turno de aquella joven de kimono mientras esbozaba una confiada sonrisa

El maestro del rey del mundo (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora