Accidente #28: Aprendizaje bajo fuego

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East Royal Forest, Mercado central, Tienda de herbolaria: Jardín del durazno [07:00 AM]

En aquella calle, los tenues rayos del sol apenas y podían dar con la calle amplía en la cual los puestos ambulantes ya habían desaparecido por su descanso. Por las mañanas, el mercado no era nada más que puestos cerrados o levantados completamente para no obstruir la vía pública. Camiones iban y venían cargados de elementos orgánicos: vegetales y frutas en grandes cantidades provenientes de una central abastos a las afueras de la ciudad. Camiones que hacían paradas constantemente en puestos cuyas luces de poco en poco empezaban a encenderse como señal que la jornada estaba por iniciar.

Es en esa calle donde se encontraba una persona de edad avanzada con ropajes blancos, barriendo las hojas de otoño que estaban cubriendo su porción de calle, a un par de pasos de su escalera que conducía a su humilde negocio. Ese anciano, era el propio Hiro, aquella persona que había visto con sus ojos el renacido corazón de Asia. Con movimientos suaves se aseguraba de generar montículos de hojas que iba dejando continuamente en su porción de calle, todo hecho casi de forma inútil pues las brisas polares de la mañana desmontaban sus grupos de hojas, haciendo que repitiera constantemente sus barridas a paso lento en la acera. Con una gran calma visible en sus movimientos y un semblante con una sonrisa complacida, sin derrochar algún ceño fruncido por sus fallidos intentos por barrer bien.

Las brisas desplazaban las hojas de otoño de lado a lado como si simulara al océano mismo; sin embargo, una corriente ligeramente más intensa que las anteriores hizo que las hojas despejaran el lugar por completo y se desplazaran hacía otro lugar con el viento. Y fue así como una de esas hojas fue atrapada en el aire por una mano. Una envuelta en un notorio guante de conductor de color café.


—Vaya, vaya... Parece que el viento te dificulta tu tarea— una voz jovial habló a través de la calle con un ligero toque de burla que el anciano reconoció


Hiro suspiró con amplitud mientras dejaba de encorvarse y colocaba su escoba a su lado. Contemplando así a la misma persona que le había hablado, un rostro familiar. Dirigiéndole así un semblante con una media sonrisa que no se esforzaba nada a realizar mientras sus ojos se encontraban ligeramente más abiertos.

Y ahí vio de quien se trataba, era un adulto de 1.80 aproximadamente; cabello quebrado azabache cuya falta de arreglo le hacía ver muy desalineado, hasta el punto que se generaban como remolinos; portando unas gafas de sol de color negro, impidiendo ver el color de sus ojos, mientras que se dejaba ver sus cejas alargadas y ensanchadas en los bordes; tres anillos de color negro en su oído izquierdo que adornaban su hélix, mientras que en su otra oreja se encontraba un adorno que atravesaba su oído como una lanza de forma horizontal; con unas facciones notoriamente juveniles y simétricas en forma de corazón, denotando un mentón bien definido de forma rectangular con una ligera cicatriz en su parte baja. Su complexión se veía obstruida a la vista por una amplía gabardina de cuero de color café que llegaba hasta la parte superior de sus rodillas, unos pantalones de vestir negro con líneas grises a la medida que dejaban ver unas piernas de complexión delgada, y adornando su cuello se encontraba una bufanda de colores dorados y negros que brillaban por la seda por la que estaba hecha.

El adulto aparentaba una edad entre los 20 y 35 años físicamente; pero fue su forma de sonreír la que le permitía denotar un aura infantil digno de un niño emocionado por ver a su mejor amigo. Teniendo en su mano izquierda una de las hojas que el anciano estaba barriendo con una gran calma, mientras que en la otra mano llevaba una bolsa de supermercado llena de bolsas de colores variados.

El maestro del rey del mundo (En edición)Where stories live. Discover now