Accidente #19: Animarum

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Fragua del jardín del durazno, senda a la herrería de animarum

Mientras aquel rubio desapareció junto con la presencia de aquella chica desconocida. El camino central de la forja fue ocupado por un puñado de personas. Unas personas que no tuvieron más que un silencio incomodo: uno por mudo, dos de ellos por mera duda, y uno que solo gozaba de las mentes impresionadas de los más jóvenes en el área.

El hurón zarandeo sus mofletes y luego con una de sus patas le indicó el camino a la misma joven que se hallaba moviendo la planta de sus pies de una manera muy ansiosa, haciendo eco por todo aquel lugar; y fue gracias al gesto del hurón que con una gran e indudable felicidad decidió aceptar la propuesta del hurón. Emprendiendo el camino hacía los adentros de aquella sala cuyo contenido se sentía más frio que todo lo que su cuerpo había percibido en su corta estancia en aquel lugar del subterráneo.

Su caminar en ese tramo fue bastante lento, las ansias en su cabeza le erizaban la piel de una manera abrumadora, la idea de adquirir un arma de fantasía le extasiaba con cada paso mientras el frio del corredor le asfixiaba sin que ella lo notase, como si tuviese algo mucho más importante en mente. Cada paso que daba era de suma importancia para ella, estaba en la historia de fantasía que tanto había deseado, aunque eso significaba compartir tiempo con personas que no le parecían de lejos buenos compañeros, a ella no le importaba pasar el rato con aquellos a los que consideraba un tremendo lastre, ella los superaría, ese era su objetivo, no eran más que rivales. Personas a los que no le importaría utilizarlos mientras le permitiesen vivir el sueño que nunca tuvo despierta. El frio en su entorno, se mantuvo hasta que este mismo provocó que sus piernas se doblaran con brusquedad aun cuando estas estaban cubiertas por calcetines largos de color morado; sus sentidos se alarmaron mientras la punta de sus dedos se sentía en llamas y su ojo derecho le ardía como si estuviese viendo al sol directamente. Con su espalda rendida hacía el muro a lado de ella, llevó su mano derecha al rostro y apretó con fuerza su ojo derecho mientras que con la otra apretaba su falda escolar. Su ojo empezó a denotar su brillo celeste como en aquel callejón de hace un mes atrás; con sus jadeos al máximo tratando de recobrar el aire caliente que sus pulmones lentamente empezaron a degradar, el vacío en su interior era tan evidente hasta el punto que tenía miedo.

Frente a ella, unos pasos empezaron a resonar con intensidad mientras su propio pecho aullaba con cada latido emitido por este. La piel se le erizó con brusquedad al escuchar con mucha claridad el eco de unos pasos atravesando ese mismo corredor. Su único ojo bueno, incluso a medias tintas abierto y resecado por el frio, logró divisar una sombra muy oscura que de poco a poco empezaba a verse más y más cerca de ella. No fue sino hasta que el halo de luz de su ojo, le permitió ver con claridad la oculta faceta tras esa fría sombra. La dueña de su miedo espontáneo fue aquella albina, Ryoko estaba caminando hacía ella con la mirada baja mientras abrazaba una caja de metal reluciente a la cual parecía estar estrujando contra su pecho con mucha devoción.

La morena la vio mucho mejor al estar a su lado. Era más baja que la albina, sus ropas de colegiala estaban pegadas a ella, sus muslos eran cubiertos por unas mallas negras, sus zapatillas relucientes, su aroma, todo indicaba que ella era mucho más "femenina" que la otra chica; pero eso no le hizo sino contener un gran repudio a su imagen y a su fachada como una pequeña "ángel" de secundaria. Repudio que fue borrado por un instante de su cabeza tras notar el rostro de la albina con gran cuidado: su mirada estaba llena de una impotencia tremenda mientras se mordía con saña su propio labio inferior, sin parpadear, simplemente viendo a la nada mientras unas lágrimas caían de sus ojos casi como si ella no lo notase. Una impresión que hizo dudar a la morena, "¿qué la rompió?", su impresión de la chica estoica, callada y doble cara se rompió en su cabeza mientras de a poco a poco su cuerpo volvía a responderle.

El maestro del rey del mundo (En edición)Where stories live. Discover now