Accidente #7: La dama de las agujas

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Un nuevo día en cierta ciudad pacífica. Un viernes, un día donde estudiantes y adultos se llenan de una ansiedad inmensa regida por el pasar de los segundos, todos ansiaban ver cierta combinación de números plasmados en ese aparato que rige sus actividades diarias. Un hábito considerado "liberador"; pero en sí, solo marca un nuevo hábito conocido como "descansar", así que, en vez de generar una libertad, sólo genera una rutina amena que al menos reduce las jornadas, eso hablando desde el punto de vista de alumnos comunes. Ya eran las 7:57 AM y cierto pelirrojo ya se encontraba caminando por esas calles llenas del humo de los automóviles y autobuses, todos con la misma prisa de llegar a su destino.

Las calles eran algo raras, pues la ciudad tenía la tendencia de poseer ciertas calles con desniveles muy amplio como si se tratase de un gran número de colinas. Asemejándose por una parte a San Francisco por las depresiones constantes de las calles, y a su vez a Tokio por su gran número de escaleras y pabellones amplios a lo largo de dichas colinas llenas de casas y departamentos.

El pelirrojo estaba caminando de una manera sumamente cuidadosa aferrándose al barandal de una escalera de cierta calle empinada de entre sus grandes callejones en descenso donde solo se hallaban departamentos o casas perfectamente balanceadas; y al frente suyo se haya su recién asignado maestro, el hurón rojo mejor conocido como Shen, el rey de Asia. Los dos habían decidido ir por aquella calle de manera despreocupada por la ausencia de gente, puesto que solo eran ellos dos, y de esa manera el hurón guardaría ese anonimato necesario para no llamar la atención de terceros indeseados, ¿se imaginan lo que pasaría si en la calle se ve un hurón parlante?, sin duda alguna sería un desastre.

Nyron por su parte, tenía dos gasas en su rostro, una en cada mejilla; y dos curitas, una que envolvía su nariz y otra que se encontraba bajo su ojo derecho. Su rostro transmitía lo de siempre, una tristeza inmensa sobre su propia suerte; pero ese rostro triste se denotaba más exhausto de lo habitual, todo mientras unos suspiros traicioneros le delataban fuertemente su situación actual, estaba adolorido a más no poder; y todo se lo debía a ese animalito que bajaba el inclinado barandal como si se tratase de una cuerda floja, todo mientras hablaba y hablaba, palabras que el pelirrojo solo trataba de ahogar en sus pensamientos.

—Entrar al país fue sumamente difícil, los perros antibombas se acercaban demasiado a mi caja, y eso traía la atención de seguridad. Al menos los dormí a todos y escape sin llamar la atención de... Ya no soy el dueño de tu atención, ¿no es así? — se frenó un momento tras haber llegado a la base de la calle, la zona empinada había acabado y ahora solo esperaba a que el pelirrojo bajara de esas escaleras

El pelirrojo levantó levemente su mirar hacia él mientras trataba de sujetar su cuerpo contra el barandal. Incluso en suelo estable, le costaba mantener su peso.

—"¿Enserio no dirás nada de mis heridas y dolores?... ¿Qué clase de maestro eres?... Ni siquiera he..."— pensó mientras un dolor punzante nacía de su estómago, un rugido descomunal le hizo sentir un inmenso vacío en el interior de su estómago... No había desayunado —Te odio— fueron las únicas palabras que encontró para desquitar su malestar

El hurón solo suspiro y se volvió hacía la calle en la que se encontraban. La verdad tras esa frase era que Nyron no se quería levantar debido al terrible dolor que recorría sus extremidades, cosa que el hurón no pasó por alto, y por azares del destino terminaron camino a la escuela. Y esos azares del destino, en realidad fueron unas semillas explosivas después de intentos de sacarlo de la cama invitándolo a estirar y hacer katas marciales con su maestro.

—No me dejaste de otra, la otra opción era sacar tu cama por la ventana... Aunque usualmente me recomendarían usar "la gota" en ti... Pero quizá morirías por el dolor— se lanzó hacia su hombro, y estando ahí del cuello del chico sacó una cadena de metal negra que sujetaba aquel anillo rojo brillante y con acabados de plata y oro —Espero que estés consciente que debes protegerlo con tu vida, capitán— el hurón saltó hacía el barandal tras sentir como el chico se estremecía por su repentina acción

El maestro del rey del mundo (En edición)Where stories live. Discover now