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Unos pitidos...
Sabía que era una máquina medidor del pulso cardiaco, pues era lo que más fuerte se escuchaba. El fuerte olor a medicamentos y alcohol del hospital llegó a mi fosas nasales.
Sentía el cuarto demasiado frío.
Voces...
No tan lejanas, pero tampoco tan cerca.
De nuevo vuelvo a escuchar esas voces, con un poco de atención lograría averiguar de quienes eran, pero ahora un poco más claro logre entender algo.
Un nombre que marco el resto de mi vida, las imágenes llegaron a mi cabeza como flashes recordando lo que había pasado en el bosque.
Logrando que mi pulso se acelerará a tal grado, que si estuviera despierta lo más seguro es que hubiera tenido un ataque demasiado fuerte.
¡ALEC!
Mi hermano Alec, con tan solo escuchar el nombre supe que todo andaba mal, talvez estaba muy grave en algún cuarto de hospital siendo atendido por mamá, el Doctor Cullen o talves por otros doctores. Pues recuerdo que sus heridas eran mucho más graves que las mías, recuerdo como dijo que me amaba mucho antes de caer en la inconsciencia.
Debía tener fe, el estaba bien y pronto despertaría para poder verlo.
Todo estará bien.
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—¿Julie? —las tres personas en la habitación veían con preocupación a la chica recostada en la cama— ¿Me escuchas?, ¿Julie?.
—¿Estas segura? —pregunto el oficial mientras esperaban que el Doctor Cullen revisara a su hija—
—Muy segura, en cuanto dije el nombre de Alec se altero demasiado. —explicó Cassandra preocupada por su hija—
—No podremos saber con exactitud si recuerda el accidente o no, solo queda esperar a que despierte. —se enderezó— Lo bueno es que esta bien, se ha recuperado muy rápido, pero aún así hay que seguir limpiando la herida en su costado.
