Capítulo 5

2.3K 91 4
                                    


Iker salió del baño, buscó entre los cajones de la cómoda, sacó una tarjeta dorada, colocó la pastilla sobre la misma cómoda y la aplastó con agilidad. Hizo líneas finas con ayuda de la tarjetita y se inclinó hacia delante, inhalándola rápidamente.

Aparté la mirada, sintiendo como mis dedos picaban. Un nudo se formó en mi garganta lleno de ¿miedo? ¿angustia? ¿debilidad? Apreté los labios, apretando los puños.

—¿P-podrías... podrías no h-hacerlo frente a m-mí...? —balbuceé fijando la mirada en la ventana.

Iker alzó la cabeza, sonriendo. Pero su sonrisa se borró de inmediato al ver mi expresión. Se pasó el dorso de la mano por la nariz, quitando los restos de cocaína que quedaban ahí. Solo pensé que ya había inhalado... que ya tenía esa mierda dentro de él... que...

Apreté los ojos, girándome hacía el lado contrario a él. No podía, no podía, no podía, no podía...

—Tranquila... que estoy bien ¿eh? Que ya no me pasa nada —dijo él, algo extrañado.

No respondí. Me pasé las manos por la cara, sintiendo como una lágrima rodaba por mi mejilla. Entonces, todos los recuerdos me pegaron con fuerza; la droga dependencia, hospitales, doctores corriendo de un lado a otro, el doctor negando con la cabeza, mi padre destruido...

Inspiré hondo, alejando esos recuerdos a lo más profundo de mi cabeza. Sentí una mano grande en mi brazo que me intentó tocar, pero como acto de reflejo me alejé, sintiendo otra lágrima rodar por mi mejilla.

—Isabella...

—N-no... n-no me toques... —negué con la cabeza, incapaz de decir algo.

—Si es porque te molesta que lo haga frente a ti... no lo volveré a hacer ¿eh? —me giró lentamente, examinando mi reacción. Pero no hice nada. Él frunció el ceño, pasándose una mano por el pelo, desordenándolo—. ¿Necesitas que... que te deje sola?

Mi labio inferior tembló ligeramente, entonces, Iker me atrajo hacía él abrazándome. No supe bien cómo reaccionar ante eso, solo apreté la sudadera de algodón en puños sobre su espalda. No lloré. Solo... por un pequeño instante me sentí en paz, sentí tranquilidad. Sentí algo que no sentía hace muchos años; calidez.

La puerta se abrió, haciendo que me separara de inmediato de Iker. Me pasé los dedos por debajo de los parpados, aun sintiendo la mano caliente de Iker en mi espalda. Él se giró lentamente hacía la chica que había en la puerta, fulminándola con la mirada. La chica ni se inmutó.

—La cena esta lista. Su padre acaba de llamar, informando que la cita con la señorita Aine está confirmada para mañana. La señorita Lynda os espera —hizo un gesto con la cabeza y se fue.

—¿Quieres bajar o prefieres estar aquí?

Me encogí de hombros, demostrándole que me daba igual. Aunque por dentro estuviera nerviosa y mis dedos siguieran picando. Sabía que eso tardaba un par de segundos en volver a la normalidad, pero estaba segura de que en ese momento no me picaban exactamente por los recuerdos... sino por algo más.

Iker asintió con la cabeza lentamente. Entonces, luego de unos segundos pensando, me hizo un gesto con la cabeza hacía la puerta. A pasos dudosos lo seguí hasta la primera planta de la casa. Estaba todo silencioso, tanto que parecía no haber nadie. Hasta que llegamos a la cocina, donde estaba Carla y una mujer hablando animadamente sobre no sé qué.

Tragué duro recordando que solo cargaba una camiseta grande, pero eso no pareció importarles mucho. Lynda me recorrió con la mirada desde los pies hasta la cabeza con una lentitud tortuosa. Alzó una ceja mirando esta vez a Iker con los ojos entrecerrados. Cara sonrió tétricamente llevándose una taza pequeña de porcelana blanca a los labios.

Iker Henterman (En edición)Where stories live. Discover now