Capítulo 2

3.6K 113 8
                                    

Me había sentado lo más lejos posible de Iker, aunque aún así su rodilla rozaba ligeramente la mía.

—¿Qué vais a pedir? —preguntó una de las meseras con cara de aburrimiento—. Oh, hola Bella. ¿Cómo has estado?

—Hola. Bien, gracias.

Javier se dejó caer en la silla frente a nosotros, a un lado de Days.

—Un batido de fresa y un trozo de tarta americana.

—Yo quiero lo mismo —dijo Jav.

—¿Vosotros?

—Un batido de chocolate con chispas de colores y tres donuts con glaseado.

Giré la cabeza como un robot hacia Iker, fulminandolo con la mirada. Él me sonrió de lado, guiñándome un ojo con tranquilidad.

Ese era mí pedido. El que solía hacer siempre que iba a ahí. Y él lo sabía. Pues habíamos tenido un buen par de citas ahí y yo siempre me pedía lo mismo.

—¿Bella?

Aunque Days tenía razón, debía demostrarle que todo había cambiado en este tiempo. Y él y todo lo que sabía de mí, había quedado en el pasado.

—Un Caramel Macchiato.

—¿Alguna tarta?

Negué con la cabeza. Tenía el estómago cerrado, estaba segura que ni el café me entraría por completo. Ni menos si Iker no borraba esa estúpida sonrisa arrogante.

—Muy bien, enseguida os lo traigo.

Daysi se aclaró la garganta.

—Entonces... ¿es verdad eso de que te cambiarás de instituto?

—Mhm... empiezo mañana mismo —alargó un poco más la sonrisa, mirándome.

Apreté la mandíbula, enfocando mi mirada en mis manos sobre la mesa.

—Qué genial —murmuró Days, no muy convencida—. ¿Seguirás jugando en el equipo del Bristol o te unirás al del instituto?

Se encogió de hombros.

—Deberías unirte al del instituto, es muy bueno —intervino Jav, pasando un brazo por el respaldo de la silla de Daysi—. Además... dudo que sigan queriéndote en el Bristol después de lo que pasó.

—¿Qué pasó?

Miré a Iker, esperando a que respondiera. Aunque estaba segura de ya saber el qué, pues en la página de cotilleos lo había leído bastante claro. Y de solo recordarlo se me tensaba el estómago.

—Erik ha querido sobrepasarse con... una chica que conozco muy bien, y le he dado un par de puñetazos. Y el entrenador me suspendió por un par de meses.

—Puñetazos que le han roto una costilla y la nariz, por cierto —mascullé.

—Por mí hubieran sido todas las costillas con tal de que no la tocasen.

Otro tirón más.

Estaba hablando de mí. Como si realmente le importara. O como si lo hubiese echo en algún momento.

—Bueno...

—Permiso —me levanté tan pronto decirlo para caminar rápidamente a los servicios, pero antes de llegar una mano me detuvo.

—¿Escapando?

Me libere de su agarre de un manotazo, dando un paso atrás.

—¿Qué haces? ¿Por qué dices todo eso? ¿Por qué... vuelves como si nada?

Iker Henterman (En edición)Where stories live. Discover now