30. Gemas

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Descubrir que tu novia guarda un baúl con los regalos que iba a hacerte a lo largo de tu vida podía ser un shock importante, especialmente si tú no le tenías nada a ella. De hecho, y como se había encargado Plagg de recordarle mientras se reía de él, lo más valioso que le había regalado había sido su amuleto de la suerte. Aunque a Marinette le había gustado, ¿no?

–¿Qué voy a hacer ahora, Plagg?– Se lamentó –¿Cómo se le ocurre tener un baúl con mis regalos?

–Bueno... tú tenías una colección de rosas para Ladybug.

–¡Pero a mí no me costaba nada conseguirlas! –Plagg hizo ademán de hablar pero lo interrumpió antes de que abriera la boca, sabiendo lo que le iba a decir –¡Y no, antes de que lo sugieras no voy a regalarle queso! Esa cosa asquerosa solo te gusta a ti.

–Iba a decir que podrías componerle una canción, sabes que le gusta escucharte tocar el piano– Se quejó el kwami, aunque después se lo pensó mejor –Pero tienes razón, el queso es una mejor opción.

Lo pensó por unos segundos. Plagg tenía razón, a Marinette le encantaba colarse en su habitación y sentarse a su lado para escucharle tocar el piano cuando le tocaba practicar. Aunque había otro problema, no sería un regalo original.

–Pero Luka ya le compuso una... No, tiene que ser algo diferente.

–Bueno, hagas lo que hagas seguramente ya lo habrá hecho él. Solo tienes que hacerlo mejor.

Eso solo logró que se sintiera peor.

–¡No ayudas!– Refunfuñó –Quiero darle algo único, demostrarle que soy un buen novio... –Comenzó a juguetear con el anillo de su mano –Quiero demostrarle que puedo ser mejor que él.

¿Pero cómo podía superar a Luka en cualquier cosa? Solo bastaba verle una vez para saber que era el chico perfecto para Marinette. ¿Ella alguna vez los habría comparado? Porque sin duda Adrien no ganaba.

–Oh, no. No voy a permitir esos pensamientos. Te harás daño y entonces tendré que aguantarte yo, ni lo pienses– Advirtió el kwami –Los dos sois diferentes. Si ella tiene el mal gusto de estar contigo es porque te quiere– Hizo un gesto de asco –Regálale algo igual de horrible que tú, seguro que le gusta.

–No, algo horrible no. Tiene que ser algo espectacular, que haga que le brillen los ojos– Continuó mirando el anillo cuando la idea empezó a surgir en su mente –Algo tan lujoso que solo pueda pensar en mí cuando lo vea. ¡El diamante más caro de París!

–Adrien, no creo que la importancia de un regalo esté en su valor económ...

Antes de que pudiera terminar la frase el chico ya le había pedido la transformación.

Salió por la ventana con rapidez y se dirigió a la joyería con la idea en mente. Si había algo en lo que podía ser el mejor era su ganancia económica. Y pensaba aprovecharlo a su favor. Le compraría el anillo de diamantes más hermoso que hubiera en París, y ya resolvería el problema con su padre cuando se enterara.

Se destransformó en un callejón aprovechando que estaba solo y entró en la joyería. Era uno de los lugares más caros de la ciudad, por lo que estaba prácticamente vacío sin contar al dependiente. Bien, más discreción.

Comenzó a ver los diamantes uno a uno, dispuesto a comprarle el más caro de todos. Casi podía escuchar a Plagg refunfuñando en su chaqueta, pero lo ignoró.

–¿Puedo ayudarle en algo, señorito Agreste?– Preguntó el dependiente con tranquilidad.

Se lamentó internamente, había esperado que no lo reconociera. Aunque claro, cómo no iban a saber quién era.

Reto 30 Días - Miraculous LadybugWhere stories live. Discover now